En un lugar del planeta de cuya Mancha no quiero acordarme, no ha mucho
tiempo que vivía y vive, en diferido, una dama de las de peineta y mantilla,
bronceado UVA, lengua floja y bagatelas varias.
Una descalificación por “nazi” a sus adversarios los lunes, salpicón de
chulería fascista las noches, duelos y quebrantos los sábados en las ruedas de prensa, lentejas etarras
los viernes, algún palomino descalificador de añadidura los domingos, consumían
las tres partes de su tiempo. El resto della concluían sayo de velarte para
justificar lo injustificable, calzas de velludo para acompañar los negocios
miles de su consorte con sus pantuflos de lo mismo, y los días de entresemana
se honraba con las hipotecas que, decía, “pagaban los de su partido aunque no comieran”.
De lo más fino.
Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y un
marido que estaba a la que saltaba detrás de las privatizaciones que salían en
el terruño y alrededores liberales, por obra y gracia del partido de la
extremosidad derechosa, que así ensillaba el rocín como tomaba el hospital
público.
Frisaba la edad de la hidalga entre cuarenta y cincuenta y
era de armas tomar entre las de su banda. Lo mismo ponía de los nervios a la
vicepresidenta que competía en chulería e insinuaciones de a ver “quien está más
buena” con las marquesas consortes de la Villa y Corte, era de ideología recia,
abrupta y directa al negocio, dura de
rostro y faz y pelín sabihonda.
Quieren decir que los ovarios se le hacían un lío cuando quería
explicar lo que no tiene explicación, entre finiquito y diferido, o entre Nazi
además de Etarra, cuando alguien amenazaba el buen nombre de sus muchas cuentas
o sueldos directos, nada de diferidos, aunque por conjeturas verosímiles se
deja entender que la tal dama nadaba en el ejercicio de poder entre las más
calientes aguas de un mar de sobres rellenos y de comisiones de empresarios sin
anotar.
Es, pues, de saber, que esta hidalga, los ratos que estaba
ociosa se daba a leer apuntes manuscritos o libros de caballerías corruptas, con tanta afición y gusto, que
olvidó casi de todo punto el vestirse de mantilla y peineta de blonda para ver
al Papa, y aun la administración diferida su hacienda genovesa; y llegó a tanto
su curiosidad y desatino en esto, que se olvidó de la tragedia de muchos miles
de ciudadanos, desahuciados de sus facendas, por mor de hipotecas de caballería
medieval porque la claridad de su mente
estaba llena de nazi de relleno y aquellas intrincadas razones suyas le parecían
de perlas a los banqueros en forma de molinos y más cuando llegaba a leer aquellos
requiebros y cartas de desafíos, donde en muchas partes hallaba escrito: ""Los
votantes del PP dejan de comer antes de no pagar la hipoteca”
La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal
manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fachura. ".
Ahora está en China, invitada en un congreso, y mientras,
sus hidalgos compatriotas se han vuelto autótrofos. Se alimentan de ladrillos.
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