La diferencia entre nuestro país
y Francia, por ejemplo, consiste en que allí hubo una revolución que cortó
cabezas y aquí la reacción, las sotanas y la realeza siempre las han tenido en su
sitio.
Veo en la foto un tricornio, un
crucifijo, un cura y un ministro con abrigo, no se sabe si después de comulgar. Y a dos damas en traje de domingo. Y es la España casposa y lamesotanas de
siempre. La foto es intemporal. Podría ser de los años cuarenta del pasado
siglo y también, si en tiempos de Isabel la Católica hubiera habido fotógrafos, de su imperial hégira.
El reaccionarismo ultra empapa la
España de hoy. Se habla de intercesiones de Santa Teresa, de milagros de la
Virgen del Rocío o del Cristo de Medinaceli mientras se eliminan derechos y
libertades y pagan peregrinaciones a Fátima de devotos servidores del mal
llamado “orden público”. Es “su” orden.
Aquí no se salva nadie, una
ministra-monja-alférez rige nuestras relaciones laborales. Un casto e iluminado
señor del Opus manda, a golpe de pelotazo de goma, en nuestros ejércitos y
seguridad y la presidenta de una comunidad, acusada de corrupción, maneja palas
para echar tierra. Debe ser a todos los escándalos que la rodean.
Aristócratas, clérigos,
asaltadores de las arcas públicas, periodistas babosos y comprados, tesoreros
enriquecidos, impunes por el archivo de sus robos, que viven como sátrapas
casados con sus criadas marroquíes.
Ese caldo innombrable que nos
gobierna ha entrado a saco en nuestras vidas, en los medios de comunicación, en
los negocios fraudulentos, en las fiscalías y en las judicaturas, Y lo malo es
que no son aficionados. Son profesionales. Del robo. De la estafa. Del engaño.
El responsable intelectual de la segunda muerte
y manipulación de casi 200 accidentados en un desastre aéreo es embajador en una isla con lores, los
multimillonarios tesoreros de un partido político que gana elecciones, dopado
con donaciones ilegales, vive en la opulencia con total impunidad. Y ese aura
de impunidad, de que, hagan lo que hagan, no les va a pasar nada se extiende
como un hedor en la cloaca o ciénaga de escaños, ministerios y moncloas con
moscas.
La foto, en cuestión, es el vivo
pálpito beato de nuestros días. La espada y el incienso, el confesionario y la
comisaria, la corrupción y la cabra de la legión, nos gobiernan. La España de
cerrado y sacristía, los devotos de “Frescuelo” y de María. Los tricornios y
los meapilas. Las coronas puteras y borrachas.
Y lo queda por venir. Cada día es
un milagro.
¡Marchando una de calamares!
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