Hasta antesdeayer los obispos eran esos percherones de
armiño y terciopelo, que iban por las catedrales bendiciendo a los fieles y
borregos del rebaño, desde un báculo de 24 quilates en nombre de la humildad y
la pobreza. Evangélica y tal.
Hubo una vez alguien,- nadie está muy seguro que no fuera un
cuervo-, que nació en Villalba, un pueblo de Lugo especializado en dar la
primera instancia a lo más añejo, recalcitrante y garrotero del ya de por si
anejo, y todo lo demás, facherío carpetovetónico.
¿Es usted paisano de don Manuel, reverendísimo
don Antonio María?
Para servir a dios, a los cuervos
y a la Iglesia inquisitorial. Amén.
¡Habría que haberlo visto en el
siglo XV!
Torquemada se quedó corto. A mí me
gustan más que a él los “pinchitos” de hereje.
Este cura, digo este cuervo, se ha dado un atracón diario de
meter su pico en la política terrenal. Esta ave carroñera se ha pasado doce
años dándonos la vara de su monserga rancia, vociferante y reaccionaria hasta
superlativo grado y mandando a su infierno particular a rojos, maricas, bolleras, abortistas, mujeres
libres, madres solteras, nacionalistas periféricos y manuales de educación para
la ciudadanía.
¿Sabe usted donde nacen los zopencos?
Pues yo conozco un pueblo donde
han nacido dos.
¿Huele mucho a incienso por allí?
No. Huele a azufre. Y a facha con
los cuernos retorcidos.
Este repartidor de hostias ha lanzado a sus hordas
lamesotanas, cuando no estaban ocupadas en su deporte favorito, la pederastia,
a derribar gobiernos y leyes democráticas, a manifestarse con autobús y bocadillo
pagado a defender con grito y cirio a Isabel La Católica y sus dogmas, hasta
que captó a un borrego de apellido tan impronunciable como las mendaces
secreciones de su cerebelo, que ha hecho una “Ley” – o extremaunción infecta de
la Educación y la Cultura- para contentar a la manada de buitres que se reúnen con
nombre de “Conferencia”.
¿Qué fue de él?
Se murió a los cuarenta años de
bañarse en Palomares
¿Y la radiactividad?
La heredamos toda, no tiene más
que mirarme a mí y a mi nariz.
No ha pronunciado una palabra de aproximación o caridad
cristiana al drama social de seis millones de parados y quince de pobres. Sólo
le ha preocupado el vientre de las mujeres, el sexo de los que quieren casarse
y darle la razón, siempre, al segmento más negro de la negritud de ideas,
corrupta y expoliadora de la riqueza pública.
Es bastante probable que el destino final de este cura, o
cuervo, sea el infierno, si es que existe, aunque para infierno el que le deja a
las ovejas de su rebaño -y a las que no lo son- donde una hija de Lucifer,
pongamos por caso, veta el ingreso en hospitales públicos a los mayores de
ochenta años. Y eso que dice respetar la vida hasta antes de eyacular.
Por si lo hay o no –el infierno- sería bastante conveniente
que esta ave carroñera se pudriera en él.
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