“Ciega inclinación ante la autoridad de algún personaje,
ponderación excesiva de sus méritos reales, conversión del nombre de una
personalidad histórica en un fetiche. La base teórica del culto a la
personalidad radica en la concepción idealista de la historia, según la cual el
curso de esta última no es determinado por la acción de las masas del pueblo,
sino por los deseos y la voluntad de los grandes hombres (caudillos militares, héroes,
ideólogos destacados,). Es propio de diversas escuelas idealistas atribuir un
valor absoluto al papel de las personalidades eminentes de la historia
(Voluntarismo, Carlyle, Jóvenes hegelianos, Populismo).”
Diccionario de Filosofía.
Soy un ciudadano que pide poco:
me conformo con encontrar en mi ciudad –tal vez sólo en mi escalera- otros
ciudadanos que utilicen la cabeza para pensar por sí mismos. No para embestir o
para que las albóndigas intelectuales piensen por ellos, y por todos.
En unos días, en unas horas, a
toque de cornetín, el aire se ha llenado de cocodrilos, con sus lágrimas. Los
aeropuertos, los parques, las calles, las plazas, las catedrales, y no sé si los mejillones, han cambiado de nombre.
El resultado es una sucesión
abstracta, nadie se acuerda bien del pasado ni de las posiciones que tuvo en
él. Alguien que desde una testa coronada ninguneaba a otro alguien aparece
condolido, apoyándose en una muleta, ante el féretro del dolor. Una trama de
desplumadores a sueldo, que puntualmente despellejaron a ese mismo alguien,
aparece ahora como plañideras romanas con amor romántico a la democracia y al
diálogo.
Esta es la sociedad del bandazo.
Pasamos de romper todos los consensos: sociales, económicos, democráticos,
garantistas de derechos… a llorar, como boabdiles, por el consenso perdido y
nunca buscado, en la muerte de un enfermo de alzheimer. Es el alzheimer
nacional, nadie se acuerda de nada. O se acuerda de lo que quiere y le conviene
acordarse, gracias a la obscuridad del momento.
No sé si refugiarme en las páginas amarillas pero la
ola de papanatismo puede llegar a afeitar la historia. Colegios públicos,
cementerios, polideportivos, canales y puede que escombreras van a cambiar de
nombre.
“El culto a la personalidad y la
emergencia de una personalidad autocrática no es un accidente fortuito de la
historia, sino que es la emergencia de un fenómeno sistemático que puede
estudiarse. Los líderes autocráticos han sido descritos como "personalistas"
por Geddes (1999), "patrimoniales" por Zolberg (1966),
"neopatrimoniales" por Snyder (1992) y "sultanismo" por
Linz y Chehabi (1998).”
Aquí hay de todo. Junto y
revuelto. Personalismo, neopatrimonialismo y sultanismo.
Alguien dijo que uno puede
permitirse que sus políticos sean unos ineptos, pero no que lo sean sus “fontaneros”.
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