Han pasado 27 meses, y más allá de la repugnancia ideológica
que nos produce, más allá de la regresión política y del retroceso generalizado
de libertades y calidad democrática que se está produciendo, el gobierno de
Mariano Rajoy se caracteriza por una absoluta incapacidad, una verificable
insolvencia y una torpeza en la gestión rayana en la completa ineptitud.
Los sucesos de Ceuta, un inadmisible e infrahumano crimen de
estado, revelan hasta qué punto estamos administrados no sólo por retrógrados
de la peor calaña sino por auténticos marmolillos. Se han unido un ministro
medieval y un director de la Guardia Civil, franquista y mentiroso, hasta los
tuétanos.
El hecho diferencial de este gobierno es lo que se equivoca,
no es la anécdota, es la categoría; no es el sofisma es el resplandor. Decir
que no se han disparado pelotas de goma, decir que se iba a querellar por
insinuarlo y admitirlo en delirante rueda de prensa por el ministro, es todo
uno.
La planificación, la coherencia, la verdad, brillan por su
ausencia y el resultado son quince personas, tratadas peor que animales,
muertas. Cualquier gobernante con un mínimo de decoro y decencia personal
habría dimitido. Pero estos, numerarios del Opus, desnudan sus huesos, mondos y
lirondos, de cualquier responsabilidad y se vuelven a su comunión diaria.
Mientras tanto, Jorge Moragas, jefe de gabinete del
presidente, planifica un viaje a Turquía en el que presidente de un país
soberano sirve de telonero y bufón de un acto electoral de un candidato que reúne
todas las sospechas de corrupto y sátrapa del momento, y José Manuel Soria,
ministro de no se sabe qué, se inventa un recibo de la luz esperpéntico, tan
inútil como él mismo y que supone una nueva burla al consumidor.
Llevan adelante unas inusitadas prospecciones en busca de
petróleo, nada menos que en Ibiza o Canarias y espantan a medio mundo de
posibles visitantes, ponen a punto de rebelión hasta sus propios gobernantes y
amagan con matar la gallina de los huevos de oro del turismo, a la par que diseñan una nueva ley del aborto, que nadie
salvo la Conferencia Episcopal ha pedido, y que rechaza una mayoría social del
país, incluida la propia vicepresidenta del Congreso.
El ministro Wert esconde su cobardía personal buscándose un
arbitrario compromiso en el Reino Unido, concertado tres días antes de la gala anual de
nuestro cine, y los “maquilladores” oficiales del partido diseñan un currículum
falso de un líder andaluz, dedazo desnudo de una entelequia de democracia, que
solo pretende ocultar el aparaterismo pesebrista donde se ha criado y
alimentado.
Acostarse cada noche sabiendo que esta gente nos gobiernan
es inquietante. A punto del insomnio completo. O si no oyendo a una alcaldesa
de la ciudad más importante del país que confunde Andalucía con Asturias, un
gobierno de dos con un tripartito y la velocidad con el tocino de un relaxing
cup.
Y detrás están la Gurtel. Y Bárcenas. Y los 100.000 millones
regalados a la Banca. Y el lobby de las eléctricas. Y los sobresueldos. Y el
paro. Y el hambre. Y los desahucios. Y el sursum corda.
Desdichados. Ellos y
nosotros.
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