Según datos que ha facilitado el
Cabildo Catedralicio de Córdoba, por voz de su arcediano, Fernando Cruz-Conde,
la Mezquita ha superado en el 2013 su récord de visitas superando 1,4 millones
de visitantes.
La declaración institucional se
vanagloria del éxito obtenido pero oculta un dato importante, estás visitas a
un monumento público de la ciudad tienen un precio. El que camuflado como un “donativo”
de 8 euros por visitante evita todo tipo de impuestos y supone una renta neta
para las arcas de la Iglesia de más de 11 millones de euros al año.
La Mezquita fue construida entre
780 y 785 por Abderramán I, con numerosas reformas y ampliaciones posteriores. Doce
siglos después, el 2 de marzo de 2006, la Iglesia Católica inscribió el
inmueble a su nombre en el registro de la propiedad número cuatro de Córdoba
(tomo 2381, libro 155, folio 198). El trámite costó apenas 30 euros.
Tal robo fue posible por dos milagros.
El primero, que José María Aznar cambió la ley hipotecaria en 1998 para
permitir a la Iglesia apropiarse de edificios de dominio público, aunque sean
patrimonio de todos los españoles: basta con que el señor obispo dé fe y
certifique que pertenecen a la Iglesia, sin necesidad de notario. El segundo
milagro, que disponer de un edificio de 23.400 metros en pleno centro de
Córdoba le sale gratis a la Iglesia: no paga el IBI y tampoco se ocupa de los
gastos de conservación.
Estamos ante un expolio más. Un saqueo
perpetrado a conciencia por la ideología neoliberal y la jerarquía eclesiástica
que tiene al pueblo de Córdoba como víctima.
En una ciudad con 45.000 parados,
con una buena parte de la población afectada por una pobreza mucho más extrema
que técnica, un sector de la población infantil en situación de hambre
fisiológica, con los comedores sociales a rebosar, con las instituciones de
ayuda social desbordadas, la Iglesia de la “Justicia, Paz y Fraternidad” se
dedica a lucrarse con un bien público, arrebatado arteramente a la ciudadanía,
sin pagar el más mínimo impuesto y transfiriendo al Estado la mayor parte de
las obras de conservación y mantenimiento del bien que explota en su exclusivo
beneficio.
Esta situación no es tan sólo
aberrante, es motivo suficiente para un levantamiento popular. La política, la
moral y la religión de este país y de esta ciudad se han convertido en un
pestilente negocio.
¿Cómo pueden aparecer tan ufanos
los miembros del Cabildo Catedralicio cordobés ante un robo y una rapiña tan
descomunales?
¿Cómo puede la Iglesia, tanto a
nivel local como nacional, dar muestras de tamaña insensibilidad social?
¿Cómo se pueden embolsar más de 11
millones al año y no amagar siquiera con un gesto ante una ciudad y unos
ciudadanos dolientes?
En unas circunstancias parecidas
a las actuales, en 1652, un motín conocido como el “Motín del Pan” o el “Motín
del hambre” implantó en la ciudad una brevísima república (cinco días) de corte
anarquista, el Clero y la Nobleza local estuvieron a punto de perder sus
cabezas.
Lástima que la conservarán.
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