Ahí donde lo ven, este aborto
de político o materia orgánica sin fósforo mental, es total y fascistamente
legal.
No ha tenido ley de plazos, ni
de supuestos, ni su madre tuvo que viajar a Londres para no tenerlo. Nació en
Madrid, y cuando su madre, Ana, le preguntó a la partera, esta le dijo: “Ha
tenido usted un facha, enhorabuena”.
Algunos teóricos pensaron que
de niño, cuando estudiaba en el Colegio de Nuestra Señora del Recuerdo, de la
crematística Compañía de Jesús, que sólo era un envase de ideas reaccionarias,
una especie de embutido entre Ramiro Ledesma y Blas Piñar. Pero no, Albertito, se licenció en Derecho
por el CEU San Pablo, y ya unió, en carne y
hueso, a la “Compañía” y al Opus. Cosa fina.
Oiga pollo, ¿Sabe usted que es la madre patria?
Es una cosa con cardenales donde torea “don Manuel”.
¿No será una unidad de destino en lo universal?
Eso. Pero mi destino es endeudar Madrid hasta
las cejas y llegar más lejos que don
Blas en lo universal.
Y este joven cruzado y con
tirantes se hizo fiscal, que son esos señores con manguitos y puñetas que defienden a capa, espada y jabugos a las
infantas. Y luego, desde el trampolín que le dejo prestado Antoñito El Manchas,
se tiró a la piscina de la política activa. Se pegó de morros en unas
elecciones al senado, como candidato por Palencia, pero para los fachas, pata
negra, siempre hay segunda y hasta una décima oportunidad. Y Albertito y sus
catecismos llegaron al máximo. Sobretodo del endeudamiento de una desgracia de
cuatro millones de habitantes llamada Madrid por Florentino Pérez y un tal
Cristiano Ronaldo.
Entonces Albertito, levitando,
eligió por novia y compañera a la hija de un fascista entre fascistas, quiero
decir a la hija de un señor con bigotito y camisa parda, Machaquito de Málaga,
secretario y jefe local de esas cosas que se movían con flechas y yugos, que se llamó “El Movimiento”
(Glorioso y Nacional para los amigos).
Hijo mío, para ser
feliz en el santo matrimonio, hay que follar poco y siempre pensando en Él.
¿En Dios?
¡Quita, desgraciado! ¡En el Cardenal!
Es maravilloso, dígame más cosas.
Tú estás llamado a llevar la nave del
derecho a la vida a lo más profundo de la caverna.
Hágase en mí según tu palabra, Pedro Arriola.
Con este tan sólido equipaje,
Albertito ha sido concejal, alcalde, presidente de comunidad y ahora, ministro.
Es decir, un pollino del trinque en
nombre de la idea, casposa, pero idea. En un tiempo el que el ascensor
de la política se empeñaba en bajarlo al sótano, cuando había dejado las arcas
de Madrid sin oso, sin madroño y llenas de telarañas, -futo de la gran
capacidad de gestión que atesora- a Albertito le dio por aparentar “progresismo”
y ser el “verso suelto” de los hijos de la gran derechona. Pero claro, su
progresismo era más falso que el rey Manolo, porque ya su padre, José María,
antiguo miembro de la CEDA, lo había calado: “¿Conservador yo? No conocéis a mi
hijo Alberto”.
Y vaya si lo vamos conociendo.
¡Ni las gallinas del corral de Adolf!
Este gallardo fascista se ha
pasado por el arco del triunfo de la peperia el principio de Justicia libre y
gratuita. Ha manipulado a conciencia todos los órganos del mal llamado Poder
Judicial y ahora, para cortar las orejas y el rabo para la cuadrilla de la Trotona
de Pontevedra, se ha ido al fondo de la caverna ultramontana de la rancia
España de su puta madre para inventarse una contrarreforma de la Ley del Aborto
que no se la salta ni el Cardenal Gomá, brazo en alto.
Vengo a decirles que mi reforma es la Ley
más progresista de este país desde la
toma de Granada
¡De donde sale este pendón?
Es yerno de Utrerita…
(Gritando) Cardenal, Cardenal Rouco, uno de
los suyos.
¡Marchando la tortilla de fachas!
Albertito ya no es un verso
suelto. Ahora forma parte de ese soneto que compone un gallego que no acaba de
salir del armario que además de rimar con
“ista”, también rima con “ones”.
Lo demás son yugos. O flechas.
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