He aquí las llamadas fiestas
navideñas. Con su “espíritu” incluido.
Una masa enfebrecida abarrotando tiendas y haciendo de cualquier cosa un
paquete con papeles florecidos. Una multitud que se pasa todo un mes comprando
jamones, atragantándose con uvas, derramando champagne y obsesionándose con el
“regalo” para la abuela y el perfume caro para el compañero/a.
Y todavía hablan de espíritu. Y
de paz, que claro, está en las alturas.
Es un calculado sistema de consumo masivo. Una agresión, mas, del sistema. Y además de borracheras hay unos señores que
hacen de “magos” con estrellas y todo, para que la magia acabe en
estrellamiento.
Todo el mundo tiene que regalarle
algo a alguien. Si no se “queda” mal, porque el otro esperará el regalo y
aunque se tambalee la asignación para la ineludible hipoteca, hay que comprar
el besugo en Nochebuena y las zapatillas de paño la noche de Reyes.
Y las comidas. Y las bebidas. Y las
básculas. Y el colesterol. Y seis millones de parados. No hay lugar para la
elección, el sistema nos desarma y nos pone a disposición de una cierta idea comercial
y almibarada de la “familia”. ¿Dónde
está la paz?
Y los mensajes de los reyes y los
presidentes, desde la hipocresía y la mentira contumaz y absoluta.
Y hay que aguantar la televisión,
y las momias de los anuncios de la lotería, y los programas especiales de
navidad y fin de año, y esos “artistas” –como la copa de un pino- que tenemos
en nuestro país y que tienen tanto “arte”.
E ingenio, sobretodo eso, que no cuentan nunca los mismos chistes (el
cateto, el mariquita y el gangoso…)
¿Qué es lo que hay detrás de esta
mascarada? Dicen que conmemoran el
nacimiento de un redentor del mundo, pero, la verdad, redimidos estamos poco.
Somos cada vez más esclavos. Y los amos cada vez son más señores y más ricos.
¡Y venga Navidad, y bolas para el árbol y villancicos!
Son muy difíciles estas fechas. Y
acabo por entender a esos que alguna vez se tiran por un balcón. Nunca se, por
estas calendas, si un laurel o un bolso de Vuitton, cubrirá nuestra tumba.
Pero si tiene que ser el bolso,
que venga solo. Que Rita Barberá se quede atrás.
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