Los tiene ahí, detrás de cada
esquina. Usan, gomina ellos, y bronceado ultra violeta, ellas. Corbata verde y
chaqueta de Yusti, ellos, y delicadas Even&Odd y mini faldas de piel,
ellas. Se llaman, peperones. Aunque antes eran simplemente fachas o pijos de su
mala madre.
Son esos tipos que se ha subido
al carro de la mayoría absoluta y se creen que todo el monte, y todas las
democracias, son orégano. Van por ahí, en coche oficial o BMW particular,
hablando del Team Party y de las excelencias de privatizar hasta los
sujetadores de los limoncillos.
Llaman terroristas o etarras o
todo el que le tose lo más mínimo y tiene una corte de opinadores pagados y
adoctrinados que cada mañana recibe “su alimento” desde las cloacas de Génova
13.
Para ellos, hacer política
significa privatizar y hacer negocios. Tienen un doble fondo de bragueta para
llevar los sobres y los talones bancarios y les excitan más las tenencias de
alcalde de urbanismo que las manifestaciones de afectados por hipotecas.
Tienen cara de ajustada
felicidad, pero te pueden mandar al paro antes de que se persigne Rouco, y
después se toman un té al aroma de eucalipto.
Fingen ignorar quien era Franco,
pero son más fachas que las gallinas de José Antonio y si no cantan lo de las
“montañas nevadas” es porque tienen pendiente una ortodoncia. Vivan en
acomodadas viviendas de una colonia de chalets campestres o del centro mismo de
la milla de oro de la misma ciudad. Usan Rolex de oro y degluten sueldos y
dietas.
Parecen frágiles, delicados, de
porcelana, pero tienen más mala leche que un gato romano y más mala ostia que
un sargento chusquero.
Sus zapatos italianos valen un
riñón y su filosofía es el poseer y
evitar los malos olores del pueblo. Se pierden en perfumes, camisas, viajes y
piscinas.
En realidad tienen poca
ideología, solo la de utilizar al prójimo en beneficio propio. Hay que verlos
en campaña electoral y los dientes de su verborrea.
Están alistados a las patas de
centollo y el éxito momentáneo les ha hecho crecer unos centímetros el abdomen
y la hierba crece con esplendor a sus pies de pijota.
Pero ya vendrán otros tiempos y,
entonces, sólo se verá el fascista que llevan dentro.
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