Me avisa una persona amiga. Veo una entrevista de la Televisión Catalana
a la monja benedictina, Teresa Forcades. No doy crédito a lo que veo y
oigo. La monja ya era conocida por la
denuncia que hizo de la estafa de las multinacionales farmacéuticas con el bluf
de la falsa pandemia de gripe. Con
rigor, sistemática y método analiza la crisis económica. La crisis no es
espontánea, es inducida, obedece a un plan pre elaborado, estamos siendo
víctimas de un brutal ataque de una minoría, los pueblos y los ciudadanos somos
rehenes de una auténtica dictadura financiera.
Tenemos y estamos legitimados
para defendernos del mayor ataque que sufre la democracia y las libertades
públicas en toda su historia.
La monja concluye su análisis:
anima a una huelga general indefinida para eliminar los gobiernos títeres del capitalismo
financiero y carentes de legitimidad.
Antes de que pueda decir que
estoy de total acuerdo, un velo de silencio cae sobre la entrevista que casi
desaparece de los archivos. La prensa
mediática (la voz de su amo) la ignora. Nadie, salvo las redes sociales, se
hace eco. Parece que la monja, que ha producido la indignación de la jerarquía
eclesiástica, ha desaparecido.
La perpleja constatación de esta
realidad, que una persona libre, que difícilmente puede ser acusada de marxista
haga un análisis así nos lleva al estupor.
Es evidente que nuestros gobiernos no están legitimidados, que ese eufemismo del poder económico que son
“los mercados” cambie y derroque gabinetes, dicte norma que suponen la pobreza
y la miseria de personas y pueblos, que gobiernos como el de nuestro país sean
la concreción de una mentira permanente y persistente, nos tiene que llevar a
la conciencia pura: vivimos una situación excepcional. La más dura y funesta de
las dictaduras rige con crueldad y despotismo al planeta.
No es una monja analfabeta,
dientona y milagrera. Es doctora en biología, medicina y teología. Vive y
analiza la sociedad y su tiempo. Hay que levantarse, hay que combatir el oprobio
que nos ha caído encima, hay que derrocar este estigma.
Hoy, primero de julio, ha subido un cuatro por
ciento la luz, que había subido un siete por ciento en abril, ha subido el gas,
la autoridad eclesiástica ha pedido el desalojo de los que se han quedado sin casa
y protestaban encerrados en una catedral, empieza el repago de los medicamentos, aunque
eso si, hay miles de energúmenos dispuestos a gritar hasta la extenuación que
son españoles.
A salvo ya, mentalmente, de ese oscuro
deterioro del respeto a unas formas democráticas inexistentes, con huelga indefinida o sin ella, hay que acabar con
esta situación. Y con los que la han producido, mantienen y sostienen.
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