Veo una foto de mi amigo Alberto M Almanza. Dos trabajadores
del zoológico de Córdoba se han encerrado en una jaula de animales para
protestar de su despido por parte del gobierno municipal del PP en la ciudad.
Que ganó las elecciones del pasado año reiterando hasta cuando no le
preguntaban que “iba a acabar con el desempleo en la ciudad”. Ha crecido un 17 por ciento más, si es que
podía crecer lo que por si ya era intangible.
Y la foto es mucho que un
emblema, un designio o un asombro. Es un
lacerante signo de nuestro tiempo. Un camino sin retorno a lo insoportable: los
trabajadores en las jaulas; los mangantes, en la calle, en los bancos o en los
escaños.
Por otro lado, contemplo una foto del desalojo de las
personas concentradas en la catedral madrileña de la Almudena, de rodillas y
con los brazos en alto, ante la mirada fascista de unas mal llamadas “fuerzas
de orden público”
¿No quedamos que esta era una civilización humanista, basada
en el respeto a las personas y su dignidad?
Asombra el nivel de degradación que estamos alcanzando.
Individual y colectivamente. Cualquiera de estas dos imágenes hubiera provocado
en otro tiempo la inmediata dimisión de los responsables políticos de que se
hubieran producido. Que los hay y que tienen nombre y apellidos. Íbamos camino de la utopía y hemos cambiado
el rumbo hacía la ignominia. La tabla rasa del derecho de gentes, la
institucionalización de la mentira y el fascismo en el poder.
Si de uno no se pudiera decir que está politizado,
cualquiera de las dos instantáneas nos llevaría a la nausea, al vómito, al
insomnio, la revolución o la metralleta.
¡Que mierda de país, de democracia, de gobernantes, de
jueces y de leyes!
La especie humana, los hombres, los trabajadores, iniciaron
hace milenios una aventura que les ha llevado a las jaulas y a doblar las
rodillas ante un gorila uniformado. Mientras unos pocos, muy pocos, recuenta
sus monedas, sus primas de riesgo, los réditos de su casilla con la “x” y sus
mayorías absolutas fraudulentas.
Ofician de mercaderes, de las deudas, los recortes, del comercio
de Dios y la vida eterna, y de los votos, cínicos ante cualquier valor,
exhibiendo, sólo, su naturaleza monstruosa.
O abrimos todas las jaulas y despegamos todas los rodillas
de suelo o se concretará el genocidio. Universal.
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