Estábamos equivocados. No fue el descubrimiento del fuego.
Ni el de la rueda. Ni la metalurgia del hierro. Ni el papiro. Ni la escritura
cuneiforme. Ni la navegación a vela.
Estábamos equivocados. No fue el conocimiento de la
arquitectura para construir catedrales. Ni la técnica para acueductos. Ni la
medicina. Ni la cirugía. Ni los fármacos. Ni la alquimia.
Estábamos equivocados.
No fue la democracia ateniense. Ni el teatro. Ni la música. Ni el
Partenón. Ni el derecho. Ni el don de gentes. Ni la literatura. Ni la poesía.
Estábamos equivocados. No fue el Moíses de Miguel Ángel. Ni la Capilla Sixtina. Ni La Danza de Matisse. Ni El Guernika de Picasso. Ni Las Meninas de Velázquez. Ni Los Fusilamientos de Goya.
Estábamos equivocados. No fueron La Quinta de Beethoven. Ni Mozart. Ni Mahler. Ni Grieg. Ni Wagner.
Ni Verdi. Ni Los Beatles. Ni Ne me quitte pas de Brel.
Estábamos equivocados. No fue la Revolución Francesa. Ni la
de Octubre. Ni la escuela alemana de Filosofía. Ni Carlos Marx. Ni Pablo
iglesias.
Estábamos equivocados. No fue Shakespeare. Ni Cervantes. Ni
Góngora. Ni Quevedo. Ni Nietzsche. Ni Gorki. Ni Tolstoi. Ni Juan Ramón Jiménez.
Ni Borges. Ni Miguel Hernández.
Estábamos equivocados. No fue El acorazado Potemkin. Ni Casablanca.
Ni Muerte
en Venecia. Ni El Padrino. Ni Bienvenido míster Marshall. Ni… Ava
Gadner.
Estábamos equivocados. No fue el descubrimiento de la
penicilina. Ni el de la energía atómica. Ni las vacunas de la peste o la
malaria. Ni el Big Bang. Ni la teoría de la relatividad.
Estábamos equivocados. No fue la creación de la ONU. Ni la
jornada de 8 horas. Ni la condena del colonialismo. Ni las políticas de
igualdad. Ni la Declaración Internacional de Derechos Humanos.
Estábamos equivocados. El “mayor progreso de la humanidad”
fue la Reforma Laboral del Partido Popular.
Fin de la cita.
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