El problema consiste en saber si
se convirtieron en basura o en dilucidar si ya la eran. Per se. El límite de hediondez que puede soportar el ser humano
está a punto de superarse.
Ya puede haber el resultado de 80
muertos en un accidente de ferrocarril en Santiago, el de 43 muertos en el
metro de Valencia, el de 5 niñas muertas en el Madrid Arena, el de una mole de
lodo tóxico invadiendo Doñana o de una masa informe de chapapote contaminando
las costas gallegas y causando daños por valor de 4.300 millones de euros que
si hay algún político del PP por medio el resultado es el mismo: sin culpables.
La Justicia actúa como coartada del
poder, como tapón subcotizado de su impunidad, como relleno de su impudicia. La
basura, la mierda empieza a llenarnos a todos.
El país está sumergido en la
basura: políticos, realeza, jueces, fiscales, medios informativos y ciudades.
Resulta increíble que haya una condena de 9 años de cárcel para alguien que
lanza una tarta de nata sobre la presidenta de Navarra y en todos estos casos
no haya culpables ni condenas, ni rostros legibles.
Ya está todo inventado y
reinventado. Se trata de la cosificación de cualquier principio democrático, de
cualquier valor del espíritu, gradualmente, todo va convirtiéndose en
podredumbre.
El caso Naseiro se anuló por
escuchas ilegales, el monumental fraude del caso Bárcenas y de la trama Gürtel
llevan el mismo camino, los fiscales del
Estado actúan más como defensores de los malhechores que como garantes del bien
público y la Justicia ya no es bien sino
un mercado.
Este país es de opereta. La
basura, sin recoger y sin procesar, la incompetencia, la insensatez y los
chorizos nos gobiernan, se parapetan y se protegen con leyes desiguales y
menesterosas con su miseria moral y política.
El chapapote ha llegado a lo más
alto. Sodoma y Gomorra están al caer.
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