Los habitantes de este rincón del
mundo, o culo del planeta, estamos viviendo un espectáculo putrefacto. Nos
gobierna una asociación de malhechores que mienten sin cesar, hay un presidente
de Gobierno que ha dirigido durante veinte años un partido que se ha financiado
ilegalmente, reducen a la nada derechos de los trabajadores, atracan las
pensiones actuales y futuras, denigran a los sindicatos, muestran su “respeto”
a la Justicia cerrando televisiones que previamente han empobrecido con
despilfarros y auto propagandas sin cuento, llenan la capital del Reino de
basura sin recoger y ellos mismos, corona incluida, son pura basura.
El deterioro de la vida pública
es tan profundo que uno tiene que
escapar: hacia la naturaleza o hacia la literatura, hacía el cine o hacía el
olor de las castañas recién asadas.
Hay que releer a Cernuda o
Celaya, cada uno de nuestros sentidos es una ventana para no respirar el aire
de esta ciénaga, para evitarse el vómito de las tertulias televisivas o para
evitar alguna tentación macabra.
He leído que algunos basureros o
bomberos han dicho que incendiaran Madrid antes que aceptar su injusto despido
y, por un momento, me he puesto en la piel y en la mente de Nerón.
No tengo cítara, -que está
colgada de un árbol- pero casi huelo ya el olor de la chamusquina.
¿Arde Madrid? Atravesaré este
crucial momento sumergido en un sueño. ¿Por dónde han empezado, por la Zarzuela
o por la Moncloa?
Me despierto y sigue oliendo a
podrido. En una televisión, al fondo, aparece Marhuenda.
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