El país se ha llenado por unas
horas de su propia hez. Pelotones de victimistas, armados con el cinismo de los
cainitas han ocupado una plaza, tres calles y el tingladillo mediático-fascista
que padecemos.
Brazos en alto, cinturones y
camisas pardas, fotos e insignias de la categoría de su mente han repetido el
aroma y el mensaje que nos inundó durante cuarenta años. “Hay vencedores y vencidos”, decían.
“Sus” víctimas no llegan a mil en
treinta años de terrorismo, altamente rentable a su integrismo mental y
político, mientras 300.000 víctimas, reales pero republicanas, purgan su
derrota ante la historia en arcenes, cunetas e infectas fosas comunes sin que
indignados de pacotilla organicen manifestaciones mantecosas contra el socaire
europeo.
Si este país no fuera de verdad
un asco, un ultraje a la razón y a la justicia, ahora lo sería mucho más. Tiranizado
por genocidas, gobernado por delincuentes, “democratizado” por franquistas, “bendecido”
por las sotanas y soliviantado por matones, está en el trance de convertirse en
una basura espacial y podrida del calibre de “su” Parlamento, Corona y
Justicia.
En este Valle de los Caídos, perdón,
de lágrimas, se llora de falsa emoción antes de prevaricar, beneficiar
millonariamente a un empresario amigo o de destruir las pruebas y los discos
duros de toda una vida de financiación ilegal. Los burros pasan volando sobre
las impunes cabezas coronadas y las fosforescentes donaciones que secuestran la
soberanía popular en un simulacro parlamentista y tal.
No sabemos si la provocación de
estos extraviados, apoyados desde el partido del Poder Donación con demagógicas
presencias de chorizos y salchichones con nombre de cobra sobres, se dirige a
nuestras mentes o a nuestros estómagos. En cualquier caso, atacan, inclementes,
nuestros hígados y no podemos hacer otra cosa para evitarlo que lavarnos, aire,
manos y casas con lejía como signo de purificación.
Es el espectáculo terrorífico de
la miseria humana, donde verdugos, disfrazados de verdugos, aparecen como
víctimas.
Dóminus vobiscum.
Es franquismo sociológico.
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