Un furor antisindicalista se ha
levantado en nuestra sociedad. Las
cavernas mediáticas al servicio de la gran empresa y de la banca vienen
desarrollando una atroz campaña de desprestigio, con las más depuradas técnicas
fascistas para aprovechar el menor motivo y trasladar a la opinión pública una
imagen, orquestada, de organizaciones corruptas y de personajes abyectos, que
en muy poco se corresponde con la
realidad.
Los sindicatos de clase de
nuestro país, justo es reconocerlo, no han desarrollado una trayectoria
adecuada en el espacio democrático.
Demasiado contemplativas y condescendientes con los teóricos gobiernos
de izquierdas, han tenido el serio problema de la financiación de sus
estructuras, situadas a la cola de todas las imprescindibles organizaciones del
Estado, y ha sido muy dados a buscar fórmulas alternativas de poca
transparencia, incluso legalidad.
Junto a ello han desarrollado una
labor ingente de representación, negociación y defensa de millones de
trabajadores que no ha sido reconocida por casi nadie.
El llamado “liberalismo económico”
ha visto siempre a los sindicatos como su principal adversario, mucho más que
los partidos, más o menos moldeables del arco parlamentario, de una democracia
tan inútil como manipulada.
Y ha atacado con saña al
sindicalismo y a los sindicalistas buscando los lugares comunes y la sensiblería
al uso de una sociedad desmovilizada y desideologizada.
En las actuales circunstancias,
con el canto del cisne del capitalismo, inventando crisis y volviendo en su
barbarie, a la sociedad de las cavernas, el sindicalismo de clase es más
necesario que nunca. Si no estuviera inventado habría que inventarlo. No hay
otra respuesta a los dicterios del neoliberalismo que la movilización
organizada, la presión y el ejercicio del poder obrero y sindical.
Me atrevo, ante la grave
situación de las organizaciones sindicales, atacadas, descapitalizadas y
desprestigiadas interesadamente a proponer una suspensión temporal de cada
organización durante un período limitado y hacer un ensayo de Central Única de
Trabajadores.
En el ambiente de inmundicia que
cubre nuestro entorno la dignidad y la decencia de miles de sindicalistas y
militantes obreros se hace imprescindible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario