Había
una ministra que era idiota. He dicho idiota. Pero era más idiota todavía.
Dejaba a los trabajadores sin derechos y salía corriendo. Recortaba las
pensiones y salía corriendo. Producía seis millones de parados y salía
corriendo.
Todas
las ministras se apoyan en datos. Pero esta ministra le rezaba a la Virgen del
Rocío. Y es que la ministra era una
idiota. No era una ministra era idiota. Era una idiota.
En
las noches de invierno la luna de los gobiernos da grandes bofetadas a las
ministras idiotas. Unas bofetadas que se sienten por las calles. Da mucha risa.
Los curas y Rouco no podrán comprender nunca por qué son estas bofetadas, pero
Rajoy sí. Y las ministras idiotas también.
Será
menester que sepáis todos que Rajoy es una gran nariz que crece y crece, como
sus mentiras. Tiene una piel de gurteles
y encima una piel de bárcenas y encima una piel de discos duros, rotos, y
encima una piel de plasma y encima una piel de cospedales. ¿Veis todo? Pues todo
y además una piel de ministras idiotas. Esto era lo que no sabía nuestra
idiota.
¡Da
risa considerar lo simpáticas que son las ministras idiotas! Todas hacen “el
camino”. Todas engañan. Todas les toman el pelo a los pensionistas. ¿Y qué me
vais a decir?
La
ministra idiota odiaba a los que trabajaban. Le gustaban los sillones, es cierto,
como les gusta a la derecha las corbatas de raso y las gominas. Pero ella
odiaba su propio ministerio. Y sin embargo no hay nada más hermoso que un
ministerio, sobre todo si te toca en la tómbola.
Recién
sacado del dedo de la Trotona, todavía caliente, es la perfección de la troika,
la Merkel y los mercados. Es el rostro del Opus. ¿No lo entendéis? Yo sí. Lo
dicen los cuentos y Martínez Camino, y algunas mujeres, idiotas, también lo
saben.
Lo
voy a decir: una ministra idiota enemiga de los trabajadores.
Ministra
idiota. CEOE lista. Rajoy idiota. Los dos idiotas. CEOE lista. Ministra idiota.
Luchaban. Luchaban. Luchaban. Así todo el gobierno. Y
diez. Y veinte. Y un año. Y todo el mandato.
Siempre. Rajoy. Rocío. Fátima. Idiotas.
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