La crisis general ha devuelto el fascismo a los ojos. Ve uno a
esos cachorros de Hitler envueltos en banderas que huelen a sangre derramada, mofándose
de ancianos estafados o saludando brazo en alto y cree que la inmundicia,
resucitada, nos invade.
Siempre han estado ahí. Cuando la
vaina de la “transición” pasó por ellos, sólo se enquistaron. Se hicieron “demócratas”
para invernar. El fundador de su partido, que arrancaba los teléfonos que le
daban malas noticias, fue ministro de lo intangible, camisa azul y siempre le
sobraba media España. La calle “era” suya y suyos los destinos de sus compatriotas,
como los de la Catedral de Vitoria o Montejurra.
Fundó un partido que en realidad
no era un partido: era la extensión temporal de un régimen caduco. Solo faltaba
que la prensa de los banqueros, los defraudadores fiscales, los rancios empresarios
esclavistas le jalearan o financiasen.
Y ahí los tenemos. Subidos a sus mayorías
obtenidas con financiación ilegal y sobresueldos, con donaciones y arrogancia
de chulillos del macarrón. Y no son una minoría dentro de una organización
modélica y democrática, son la mayoría, porque lo llevan en los genes. Un día
sale un alcalde gallego justificando genocidios y otro un portavoz
parlamentario, atropellando a la justicia, a la historia y a la verdad,
adjudicando la responsabilidad del “millón” de muertos a la República. Y
equiparando, con ausencia de información y conocimiento, a una bandera,
legitimada con democracia y sangre, con
un trapo criminal agangrejado.
El resultado de todo esto, es que
esta sociedad ha desandado a marchas agigantadas el túnel de tiempo. Vivimos
ochenta años atrás. Y como entonces una alianza de las oligarquías y la Iglesia
está torturando y aprisionado al pueblos y a las clase populares.
Y sus cachorros, ansiosos de
razias, revientan de fascismo en sus sedes, pintan los ruedos con leyendas que
son un dislate para la humanidad o sus portavoces principales ofenden a miles y
miles de muertos. Conviertan a las víctimas en verdugos y sigue disfrutando su
escaño.
Tengo la absoluta confianza que
esta tendencia, esta moda social es coyuntural y que pasará. Y que la próxima
vez ya no habrá “transiciones” y “reconciliaciones”, y que los asesinos del
brazo en alto y sus cachorros, soltados como cangrejos saliendo del nido común,
serán, definitivamente juzgados y ajusticiados.
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