No es que se haya subido al
caballo, es que no se ha bajado de él. No es que tenga la boca negra, es que
las cigalas no dejan de ver el bosque. No es que haya cobrado sobresueldos, es
que es el que más ha cobrado del toreo.
Este señorito, que parece una
estampa de “capataz de paso palio”, lleva siglos viviendo –y cobrando- de la
cúspide. Un boato de sueldos, gratificaciones, dietas, donaciones y amaños que
le hacen el político “mejor pagado de la democracia”.
Enhorabuena, peperos.
¿Por qué?
Tenéis un político
record.
Ahí es, la verdad.
Es el que más “trincao”
desde Dioclesiano.
Su vida son los hoteles de lujo y
los restaurantes gourmets. Es un insecto para las tarjetas de crédito con cargo
al presupuesto. Vertical de la exquisitez a gastos pagados, tiene un aroma de
azahar de los señoritingos que en el mundo han sido. Ha perdido cuatro
convocatorias electorales, pero mantiene, a mucha honra, su boñiga política. El
gaznate le llega al Giraldillo pero te cambia tres demagogias por una copa de
manzanilla.
Utiliza la punta de la nariz para
tomar vuelo y escancia corrupción al rumor de las secretarías generales. La
vida le ha sido siempre fácil, oyendo a los moscardones de la calle Sierpes y
alzando altares a Dios y a los terratenientes.
Estuvo a punto de ser de centro
pero acabó de profesional del sobresueldo y de las mansiones en Marbella. Ha
sido concejal, teniente de alcalde, ministro, secretario general, general del
trinconeo y mariscal de campo, del campo del peloteo.
Ya está.
¿Qué sucede ahora?
Voy a volverme a
Andalucía.
¿Te dejaran entrar?
Soy el amo de todas
las casetas de la Feria de Abril
Andalucía necesita un
señorito como tú.
No se trata de impresionar pero
la claraboya del cielo del Sur se ilumina cada vez que “se va a Madrid”, que
han sido muchas, y la leche agria del partidismo se pone en remojo cuando “invita”
a una cena de subsecretarios.
No es que sea un señorito, es que
es la quintaesencia del señoritismo. No es que tenga la boca negra, es que es
el Dios de todos los enjuagues. No es que haya cobrado sobresueldos, es que su
vida es un sobresueldo.
Y el pueblo llano canta por
bulerías.
“El señorito de Olvera
tenía menos vergüenza
que el trapo de la
escalera.”
Fin de la cita.
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