“Y continuó
añadiendo que "no pasa nada". "Si ya sabemos lo que son. Si ya
sabemos los que son".
María Dolores de Cospedal. Secretaria General del
Partido Popular.
“Vamos a colgar a los manifestantes en esos árboles en Parque Gezi”
Tayyip Erdogan R. Primer Ministro Turco
Uno puede levantarse
una mañana y encontrárselos ahí. Detrás del café y las tostadas. Son el
fascismo excipiente, el pensamiento
expeditivo, una ración con colmo de lenguaje de la prevalencia.
Da igual que se llamen Cospedal o Erdogan. Son
dos manifestaciones de un único sentir.
Una, vestida de mantilla y peina, la autora intelectual del “diferido
simulado”, con un alambicado cinismo como herramienta, desprecia medularmente a
las personas que se manifiestan, que se oponen, mínimamente, a sus políticas
neoliberales, de ajuste, recorte y meada
sobre los más débiles.
“Si ya sabemos lo
que son”, dice. Que a su entender, de cobradora de cinco sueldos públicos más
algún extra, debe ser algo bastante ominoso. Entre “nazi total” o troglodita de la izquierda. Ella, como el
Verbo Divino del Sermón de la Montaña, Es
la que Es. Y no se hable más.
El otro, el hombre
de la OTAN en la puerta de Oriente, es menos sutil. Dice, sin rodeos, lo mismo
que los otros y la otra piensa: “Vamos a colgar a los manifestantes de los
árboles que quieren impedir que se corten”. Yo todavía no desaliento de que alguna
Cifuentes o alguna Aguirre digan algún día lo mismo. Por lo pronto, la Aguirre, desde su
marquesado consorte, se ha puesto a hacerle la ola al Gobernador del Banco de
España de hacer contratos saltándose por el Arco del Triunfo, el salario mínimo.
Tal como se
desprende de esta dialéctica, la razón política ya ha dejado de ser
precaria. Cualquier día de estos, aunque
seas descendiente de un interno en Buchenwald, te hacen un “escrache mental” y
te llaman “nazi total” porque te manifiestas en las altas alamedas de la
libertad. O te cuelgan de un árbol como
defensa razonada y urgente de la democracia y sus urgencias en forma de tanque
de la OTAN.
Es así como se
existe. Meter a un banquero en la cárcel tiene de pena la expulsión inmediata y
fulminante de la carrera, alguien se persona en una causa de corrupción, como
parte, y obstaculiza, se alía con el fiscal afín y frena, ralentiza y hace que
todo se declare prescrito o nulo. Y te jalean y te dan, de premio, una
embajada.
Este es el movedizo
diseño de la corrupción y el cinismo gobernando como paradigma. O detrás de un
plasma.
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