En medio de una absoluta
desinformación se ha celebrado en Madrid el plenario de la Confederación
Europea de Sindicatos (CES) a la que sorpresivamente han asistido el comisario
europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn, el Presidente del Parlamento Europeo,
Martin Schulz, y la ministra de Empleo -¡¡¡!!!- español, Fátima Báñez.
Rehn dijo, para congraciarse con
los anfitriones sindicales, que el dato relativo al desempleo de los jóvenes en
España (58 %) ”es inaceptable” y Schulz no se anduvo por las ramas y dijo del
mismo que “es una vergüenza”.
Quien lo dijo no es un
izquierdista pancartero en una manifestación, es un ultraliberal que hace de
Presidente del Parlamento Europeo. Pero
no. Es imposible que los responsables de este dato y de esta realidad sientan
vergüenza. Para sentirla hay que tenerla.
Y nadie del Gobierno y del equipo de un desaparecido Rajoy, la tiene.
Y menos que nadie, Fátima Báñez,
una desgraciada, incompetente e impresentable ministra de no sabemos que,
miembro de una empresa familiar onubense que lleva un año sin pagarle a sus
trabajadores.
Schulz puso el ejemplo de una
entrevista que había tenido con tres jóvenes entre 18 y 30 años, con títulos
académicos superiores y que “todos estaban en el paro”.
Pero no es una vergüenza. Es bastante más. Es un auténtico genocidio de
toda una generación. Llega a límites de verdadera ignominia que más de uno de
cada dos jóvenes se levente cada mañana sin tener donde emplear sus ocios, sus
capacidades y su tiempo. Sin ingresar al mes cantidad alguna para satisfacer
sus necesidades vitales, viviendo a costa de su familia, si es que esta puede y
sin ninguna perspectiva o esperanza a corto y medio plazo.
Pueden que llevaran razón. Este
el “fin de la Historia”. Esta es la raya en el agua que ha hecho el capitalismo
en nuestras vidas y que, obviamente, requiere una respuesta espectacular. No
nos vale que ultraliberales, ejerciendo buenas relaciones con sindicalistas,
digan que es inadmisible o una vergüenza. Intelectual, estética y políticamente
hay que mandarlos al fondo de sus camadas. No existe el fin de la Historia. Al
menos, de esta historia.
No hay que insistir, esta es la
clase de acontecimientos que acaban conduciendo a una sociedad a la revolución.
Y hay demasiadas cabezas que
llevan demasiado tiempo donde no deben. ¿Sobre sus cuellos?
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