En la mayor impunidad, en la más
completa indiferencia gubernamental, en la más absoluta y generalizada corrupción,
un viento de falsa crisis ha acabado
(casi) con las cajas de ahorro.
Nuestro sistema bancario se
articulaba en un determinado modelo en el que las cajas de ahorro representaban
y capitalizaban el ahorro popular frente a la banca inversora y en muchas
ocasiones especulativa.
La llamada crisis-estafa del
capitalismo mundial se ha llevado por delante la mayoría de las cajas de ahorro
con la desmesura de Bankia a la cabeza.
Esta aproximación del ahorro a
los ciudadanos obvió sus orígenes y significado y se convirtió en una fuente de financiación para especuladores
locales, el culto a la personalidad, al amiguismo o el enchufe descarado de inútiles
y paniaguados.
En Córdoba, pongamos por el caso,
era el refugio de la Iglesia reaccionaria y milagrera, el cortijo del Cura
Langostino y su infinita egolatría, pero en Málaga, Unicaja repetía el esquema
con Medel y el medelismo, y el Monte de Sevilla y Huelva, y la Caja de Castilla
La Mancha, y la CAM…
Algunos partidos políticos, -unos
muchísimo más que otros- han metido “el
cazo” a conciencia. Han utilizado las cajas para no pagar sus muchas deudas de
funcionamiento y campañas electoreras, para situar privilegiadamente a sus ineptos
favoritos y, ahora, toda la ciudadanía, empobrecida y víctimas de las políticas
neoliberales, paga el generalizado desmadre.
Este es el país de las paradojas.
Donde “robar” dos garrafas de aceites y tres paquetes de arroz en un
supermercado puede ser un terrible delito y no merecer ni comentario la
desaparición de medio centenar de cajas y sus
decenas de miles de millones de euros. La desvergüenza absoluta
instalada en el poder y en las mentes.
La diferencia está en quien es el
autor material de los robos. El oficio de mercaderes y sus acólitos ven delito,
detención y cárcel en una cosa y olvidan, permiten, amnistían e indultan en
otras.
En este altar de la mentira, un
viento arrasador se ha llevado a las Cajas de Ahorro y nos ha dejado, entre los
vivos, a sus sacrílegos sacerdotes.
Y lo malo es que no sabemos qué hacer con
ellos. Rato, y es sólo un ejemplo, puede pasar de estar penando a pan y agua
toda su vida a hacerlo santo. San
Rodrigo del PP.
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