miércoles, 6 de noviembre de 2013

¿Arde Madrid?


Los habitantes de este rincón del mundo, o culo del planeta, estamos viviendo un espectáculo putrefacto. Nos gobierna una asociación de malhechores que mienten sin cesar, hay un presidente de Gobierno que ha dirigido durante veinte años un partido que se ha financiado ilegalmente, reducen a la nada derechos de los trabajadores, atracan las pensiones actuales y futuras, denigran a los sindicatos, muestran su “respeto” a la Justicia cerrando televisiones que previamente han empobrecido con despilfarros y auto propagandas sin cuento, llenan la capital del Reino de basura sin recoger y ellos mismos, corona incluida, son pura basura.

El deterioro de la vida pública es tan profundo que uno tiene  que escapar: hacia la naturaleza o hacia la literatura, hacía el cine o hacía el olor de las castañas recién asadas.

Hay que releer a Cernuda o Celaya, cada uno de nuestros sentidos es una ventana para no respirar el aire de esta ciénaga, para evitarse el vómito de las tertulias televisivas o para evitar alguna tentación macabra.

He leído que algunos basureros o bomberos han dicho que incendiaran Madrid antes que aceptar su injusto despido y, por un momento, me he puesto en la piel y en la mente de Nerón.

No tengo cítara, -que está colgada de un árbol- pero casi huelo ya el olor de la chamusquina.

¿Arde Madrid? Atravesaré este crucial momento sumergido en un sueño. ¿Por dónde han empezado, por la Zarzuela o por la Moncloa?

Me despierto y sigue oliendo a podrido. En una televisión, al fondo, aparece Marhuenda.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Dios no estaba


Hace ya demasiado tiempo me embarque en un proyecto literario, que, pretensiosamente, quería recuperar, por la vía de las sensaciones, la memoria histórica de un tiempo de dolor, la “segunda” postguerra, la de la segunda mitad de los años cincuenta, que coincide con mi infancia consciente. Impactado por dos afinidades: la juanramoniana y la proustiana (que he tardado algún tiempo en reconocer como infumable).

El proyecto empantanó porque no tenía seguridad de su calidad estética y por una crisis de salud, y sólo por el impulso de una persona amiga, he logrado (ayer) escribir su último capítulo de los cien que consta y enviarlo al editor que hace tiempo lo espera. Mi amigo (y maestro) Julio Anguita escribió, también hace demasiado tiempo, el prólogo a lo que era el esqueleto de esta obrita en prosa político-poética, y ahora me ha prometido actualizarlo. He mantenido el también pretensioso título que se me ocurrió mientras convalecía de una dura operación quirúrgica: Memoria de veranos, pájaros y estrellas.

Lo que sigue es el último capítulo escrito, no el cronológico.

 

 

Dios no estaba

 

Fue un tiempo de miedos, hambre y oscuridad. Fue un tiempo de sotanas, fusiles y sangre derramada. Fue un tiempo de plomo, rapadas y ricino.

De crucifijos, beatas y rosarios de la aurora. De tricornios, palizas y cuarteles. De hambre, velatorios y piojos.

Fue un tiempo de horror, de leche en polvo y de polvo en las conciencias. Fue un tiempo de fanatismo, de revancha y de asesinos impunes.

De caídos por Dios y el Capital, de basiliscos con pardas camisas y de hienas de sacristías.

Fue un tiempo de pistolones al cinto, del yugo y de las flechas fascistas.

Pestilentes detritus con el brazo en alto, en el punto máximo de su grasienta ignominia.

Frío, miedo, hambre, piojos, horror, impunidad, chulería y crimen.

Fue un tiempo de patriotas de la muerte ajena y valle de sus caídos. Fue un tiempo de Cruzadas Nacionales, de espejos rotos de los comisarios del crimen en la larga noche de la desdicha.

Una Justicia a medida, una Justicia que atropella, una Justicia podrida.

Y las canciones, las (santas) misiones y amas rosas.

Y Perico y Periquín. Y Raki. Y Norit.

Y los borreguitos llevados al matadero con el tiro de gracia en nombre de Arriba España y la sotana cómplice.

Y las flores amarillas de febrero. Y el azahar de abril. Y el aroma de melón maduro de las noches de agosto.

Y estaba la inocencia. Y estaban los tambores. Y estaban los muertos.

Dios no estaba. Pero si los que en su nombre, asesinaban.

jueves, 31 de octubre de 2013

Victimario


El país se ha llenado por unas horas de su propia hez. Pelotones de victimistas, armados con el cinismo de los cainitas han ocupado una plaza, tres calles y el tingladillo mediático-fascista que padecemos.

Brazos en alto, cinturones y camisas pardas, fotos e insignias de la categoría de su mente han repetido el aroma y el mensaje que nos inundó durante cuarenta años.  “Hay vencedores y vencidos”, decían.

“Sus” víctimas no llegan a mil en treinta años de terrorismo, altamente rentable a su integrismo mental y político, mientras 300.000 víctimas, reales pero republicanas, purgan su derrota ante la historia en arcenes, cunetas e infectas fosas comunes sin que indignados de pacotilla organicen manifestaciones mantecosas contra el socaire europeo.

Si este país no fuera de verdad un asco, un ultraje a la razón y a la justicia, ahora lo sería mucho más. Tiranizado por genocidas, gobernado por delincuentes, “democratizado” por franquistas, “bendecido” por las sotanas y soliviantado por matones, está en el trance de convertirse en una basura espacial y podrida del calibre de “su” Parlamento, Corona y Justicia.

En este Valle de los Caídos, perdón, de lágrimas, se llora de falsa emoción antes de prevaricar, beneficiar millonariamente a un empresario amigo o de destruir las pruebas y los discos duros de toda una vida de financiación ilegal. Los burros pasan volando sobre las impunes cabezas coronadas y las fosforescentes donaciones que secuestran la soberanía popular en un simulacro parlamentista y tal.

No sabemos si la provocación de estos extraviados, apoyados desde el partido del Poder Donación con demagógicas presencias de chorizos y salchichones con nombre de cobra sobres, se dirige a nuestras mentes o a nuestros estómagos. En cualquier caso, atacan, inclementes, nuestros hígados y no podemos hacer otra cosa para evitarlo que lavarnos, aire, manos y casas con lejía como signo de purificación.

Es el espectáculo terrorífico de la miseria humana, donde verdugos, disfrazados de verdugos, aparecen como víctimas.

Dóminus vobiscum.

martes, 22 de octubre de 2013

Sindicalismo, ahora más que nunca


Un furor antisindicalista se ha levantado en nuestra sociedad.  Las cavernas mediáticas al servicio de la gran empresa y de la banca vienen desarrollando una atroz campaña de desprestigio, con las más depuradas técnicas fascistas para aprovechar el menor motivo y trasladar a la opinión pública una imagen, orquestada, de organizaciones corruptas y de personajes abyectos, que en muy poco se corresponde con  la realidad.

Los sindicatos de clase de nuestro país, justo es reconocerlo, no han desarrollado una trayectoria adecuada en el espacio democrático.  Demasiado contemplativas y condescendientes con los teóricos gobiernos de izquierdas, han tenido el serio problema de la financiación de sus estructuras, situadas a la cola de todas las imprescindibles organizaciones del Estado, y ha sido muy dados a buscar fórmulas alternativas de poca transparencia, incluso legalidad.

Junto a ello han desarrollado una labor ingente de representación, negociación y defensa de millones de trabajadores que no ha sido reconocida por casi nadie.

El llamado “liberalismo económico” ha visto siempre a los sindicatos como su principal adversario, mucho más que los partidos, más o menos moldeables del arco parlamentario, de una democracia tan inútil como manipulada.

Y ha atacado con saña al sindicalismo y a los sindicalistas buscando los lugares comunes y la sensiblería al uso de una sociedad desmovilizada y desideologizada.

En las actuales circunstancias, con el canto del cisne del capitalismo, inventando crisis y volviendo en su barbarie, a la sociedad de las cavernas, el sindicalismo de clase es más necesario que nunca. Si no estuviera inventado habría que inventarlo. No hay otra respuesta a los dicterios del neoliberalismo que la movilización organizada, la presión y el ejercicio del poder obrero y sindical.

Me atrevo, ante la grave situación de las organizaciones sindicales, atacadas, descapitalizadas y desprestigiadas interesadamente a proponer una suspensión temporal de cada organización durante un período limitado y hacer un ensayo de Central Única de Trabajadores.

En el ambiente de inmundicia que cubre nuestro entorno la dignidad y la decencia de miles de sindicalistas y militantes obreros se hace imprescindible.

jueves, 17 de octubre de 2013

Carta abierta a los caínes reunidos en Tarragona


Ilustrísimos, Honorables o Reverendísimos señores: Empiezo con el tratamiento protocolario por pura rutina y no porqué yo crea que alguno de ustedes es ilustre, honorable o, mucho menos, reverendísimo.

El pasado domingo 13 de octubre dieron ustedes y las organizaciones a las que tan indignamente representan un paso más en la consolidación de una ignominia, no por pasada, antigua o distante en el tiempo y en la memoria, menos injusta, sectaria y sangrante.

Acudieron, todos a una, a la beatificación de “522 nuevos mártires de la fe”. Es decir a rendir honores de próxima santidad a 522 víctimas de una contienda civil en la que un grupo rebelde de militares, alentados, exaltados y fanatizados por una opción religiosa se rebeló contra un gobierno legítimamente constituido, provocando tres años de horror y guerra y más de medio millón de víctimas.

Yo soy familiar directo (hermano) de una de esas víctimas. Mi “mártir” tenía tres años cuando un bombardeo de la aviación italiana aliada sobre un convoy civil, compuesto de ancianos y niños que huían, no del terror rojo, sino del terror “azul” que provocaban los excesos del coronel Cascajo y del general Queipo y que se creía protegido por la cobertura de la Cruz Roja Internacional fue salvajemente bombardeado a la altura de Villanueva de la Reina (Jaén) en la Nochebuena de 1936.

Un número indeterminado, nunca conocido, de ancianos y niños quedaron muertos, desperdigados entre olivos andaluces.

Los cadáveres de muchos nunca se localizaron, mi hermano entre ellos, y una losa de obscuridad, indignidad y miedo cayó sobre su frágil tránsito entre la vida y la muerte.

No ya ningún honor, ninguna memoria, ningún gesto humano hacía niños y ancianos, mucho más mártires que a los que ahora beatifican porque su única religión era la inocencia.

Cuando media España ha vivido con su dolor secuestrado durante 77 años, cuando las cunetas y fosas comunes de lo que llaman “piel de toro” están ahítas de sangre derramada y huesos sin identificar, cuando 150.000 víctimas-mártires no tienen ni nombre en sus enterramientos o monumentos al odio o al cainismo y cuando una Iglesia Oficial que alentó el fratricidio llamándolo “Cruzada”, cuando esta Iglesia no se ha dignado pedir el más mínimo perdón o asumir alguna responsabilidad en una actitud, presente en los sermones u homilías del cardenal Gomá que hablaban del “santo deber de exterminar a los enemigos”.  Cuando la sangre inocente lleva tres cuartos de siglo manchando las manos y las hostias de estos “santos asesinos”, ustedes se van a Tarragona a seguir cimentando las dos Españas.  La España que se honra y beatifica y la que se ignora y deshonra, con premeditación y saña.

Su aprobación de la Ley Memoria Histórica ha sido testimonial, nunca han creído en ella y el mejor ejemplo es la nula asignación presupuestaria con la que la han dotado este año.

Han adoptado la falsa actitud “progresista” de “no reabrir viejas heridas” y “no mirar al pasado”, presente en el argumentario de todos sus cargos públicos. Pero el domingo se saltaron el guion, ¡y de qué  modo!

Pero los datos están ahí.  El arzobispo Montero Montoro, la fuente más fiable de la historia de lo que ustedes llaman “persecución religiosa”, nos pone en la certeza estadística. En la guerra civil fueron asesinados 13 obispos, 4.184 sacerdotes diocesanos, 2.365 religiosos y 283 monjas. Todas, muertes muy lamentables pero que sólo la represión del sanguinario general Yagüe a la población civil de Badajoz la supera.

Al mismo tiempo que morían sus mártires lo hacían más de medio millón de españoles. Y terminada la Guerra Civil hasta trescientos mil más fueron fusilados, represaliados u humillados con la santa complicidad de la autoridad Eclesiástica que nunca ha movido un dedo para condenar, denunciar o impedir el Genocidio.

¡Y ahora vienen ustedes a beatificar a 522 mártires!

Tienen ustedes la capacidad de vivir en la mentira. Y de cosificar a las personas y a sus argumentos. Dirán que mi escrito está hecho desde el odio y el resentimiento. Y no voy a enmendarles la plana.

Cada Nochebuena que he visto el llanto de mis padres, acordándose de un niño de tres años asesinado en aquella fatídica Nochebuena, he sentido un odio íntimo, infinito e intenso hacía ustedes, su ideología, sus escudos, sus banderas y crucifijos y todo lo que representan. Ustedes hablan que su religión es el amor y la reconciliación pero el amor lo dirigen al cobro de importantes e insolidarias subvenciones y la reconciliación que predican tiene actos como el del pasado domingo en Tarragona.  Nada para unos y el cielo, “su cielo”, para otros.

Debería de darles una vergüenza infinita que todos los intentos de recuperar la dignidad y la justicia para nuestros cientos de miles de muertos hayan sido torpedeados, obstaculizados o impedidos por ustedes, sus ministerios y cómplices judicaturas. Que hayan echado de la carrera judicial al juez que hizo un intento de investigar “su”, genocidio, que nunca prescribe ni prescribirá y que haya que tenido que ser una juez extranjera la que se atreva a una mínima instrucción y convocatoria para que de una vez por todas, alguna ley, aunque sea débil, arroje luz sobres sus muchos crímenes y su infinita hipocresía.

¡Mala peste caiga sobre todos y cada uno de vosotros!

 

martes, 15 de octubre de 2013

La ratita presumida. Cuento de Eres y fachas


 

Érase una vez, una ratita que era muy presumida. Un día la ratita estaba barriendo su casita, cuando de repente en el suelo encontró algo que brillaba era... un ERE socialista.

La ratita lo recogió del suelo y se puso a pensar qué haría con esta perla.

“Ya sé, mandaré todos a la cárcel para que se ponga contento mi partido… uy no, que también irían alguno de los míos.  Pues encarcelaré a los sindicalistas... uy no, que me harán huelgas. Ya sé, me compraré un lacito de color rojo para mi maletita con ruedas.”

La ratita se guardó su ERE  en su maletita con ruedas  y se fue al mercado. Una vez en el mercado le pidió al tendero pepero un trozo de su mejor cinta roja. La compró y volvió a su casita.

Al día siguiente cuando la ratita presumida se levantó  puso su lacito en la maletita y salió a su juzgado facha. En eso que aparece un alcalde con gaviotas y le dice:

“Ratita, ratita que bonita estás, ¿te quieres casar conmigo?”.

Y la ratita le respondió: “No sé, no sé, ¿a ver cómo cantas?”

Y el alcalde  dice: “quiquiriquí, Zoido está aquí”.

“Ay no, no, contigo no me casaré, que perderás las elecciones.”

 

Se fue el alcalde y apareció un señorito con gomina.

“Ratita, ratita que bonita estás, ¿te quieres casar conmigo?”

Y la ratita le dijo: “No sé, no sé, ¿a ver cómo cantas?

 “Cara al sol con la camisa nueva”, dijo el señorito.

“Ay no, contigo no me casaré que se te ve el aguilucho.”

 

Se fue el señorito y apareció el hermano de una ministra.

“Ratita, ratita tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo?”

 Y la ratita le dijo: “No sé, no sé, ¿y tú que ruido haces?”.

“Rocío, ay mi Rocío, manojito de los ERES”.

“Ay no, contigo no me casaré, que tu hermana es tonta”.

 

Entonces apareció un ratoncito y al ver a la ratoncita le dijo:

Ratita, ratita,¡que bonita estas con tu lazo en la maletita, te quieres casar conmigo!

La ratoncita muy impresionada le dijo muy suavemente: ¿A ver, qué harás por la noche?

Y el ratoncito dijo: prescribir y callar, prescribir y callar.

 ¡Ay si, dijo la coqueta ratoncita, me gusta, me gusta, me casaré contigo!

 

Y la boda se realizó, y los ratoncitos  procesaron a 170 rojitos, 3 consejeros, 1 presidente y 50 sindicalistas. Y   marhuenda, marhuenda, este cuento se ha acabado.

(¡Ay, ahora que me acuerdo, no era un ratita presumida, sino una juececita. También presumida!)

lunes, 14 de octubre de 2013

Vamos a contar mentiras


Soraya Sáenz de Santamaría nos ha vendido un estado atropellado por una legión de parados defraudadores.

La vicepresidenta, con cara de fascista recién duchada, ha multiplicado casi por diez, y de su propia cosecha, los datos que le había facilitado la Agencia Estatal de Empleo.

La realidad es que el 72 % del fraude fiscal en nuestro país, casi 90.000 millones de euros, corresponde a las empresas incluidas por obra del Espíritu Santo en el IBEX 35 y que este fraude no consiste en olvidarse del DNI cuando se va a cobrar la sopa con caldo (513 euros de promedio) que supone el desempleo, para los que esta pájara castellana, llama, “defraudadores”.

Sorayita se crío en los cuarteles del franquismo rancio y en los aledaños de los tricornios golpistas, y de eso va.

Esta pelapatatas de la verdad acaba de atravesar el delgado tabique que delimitaba a los miembros de su Gobierno que no habían mentido en público y en el lugar que dicen que radica la soberanía popular, la pobre.  Su presidente, un presunto con barba, ya se había hartado de pecar, en público y en privado, contra este mandamiento de la ley de su Dios. Y el ministro o pararrayos Montoro, cada vez que abre la boca.

Claro, que cada uno trata de ser feliz a su manera, y Mariano vive en el nirvana – o pedorreta- de la “recuperación de la crisis”, Montoro en el chute de los salarios “creciendo moderadamente” y la hija del tricornio achacando la culpa del fraude nacional a los pobrecitos parados.

Me pregunto si estos seres, impasible antes la desdicha individual y colectiva no serán sino el paradigma de Ícaro hundiéndose en el abismo.

Por lo pronto, dos de cada tres de sus votantes, ya no los votarían.