Es bastante probable que la
historia de nuestro país tenga reservado un especio singular a algo que nadie
llamó “primavera española” ni tuvo una épica basada en claveles floreciendo en
el hueco de los fusiles, pero que ahora, que han pasado cuatro años, ha cobrado,
tras las elecciones municipales y autonómica de ayer, todo su real alcance de
convulsión social y política.
Si me preguntarán, ¿quién ganó las
elecciones de ayer?, no encontraría una mejor y quizás única respuesta que: el 15-M.
El resultado en las grandes ciudades
del país, en algunas autonomías, en millares de pueblos viene a significar una
respuesta sistemática a quien creía que aquel movimiento social, ético y
regenerador de un país corrupto, enfermo de desgracia y de mentira, se había
obviado por los avatares políticos y por la amnesia inducida a sus saqueos y estafas.
El partido del poder y de sus
prácticas mafiosas ha perdido dos millones y medio de votos, el segundo eje o
soporte de un colosal engaño democrático llamado “ejemplar transición española”
ha perdido setecientos mil. Entre los dos más de un 13 % de su electorado.
Entre la obviedad y la mentira,
ambos se dan a sí mismos por “ganadores”, aunque uno haya perdido todas sus
mayorías absolutas, la mitad de la posibilidad de gobernar en los gobiernos
regionales donde se lucraban y el batacazo de sentir el olvido y el rechazo
ciudadano en las grandes ciudades del país.
Y el otro se jacta de “recuperar
espacios”, que sólo los tendrá, provisionalmente, en alianzas con los que ha
pretendido ignorar, ningunear o insultar.
La falta de capacidad de análisis
y de autocrítica parece eximia. Nadie sabe si Mariano Rajoy sigue vivo tras la
noche electoral de ayer, Aguirre, Cospedal y Fabra van camino del desguace, un
esperpento en forma de pulpo o sapo que gobernaba Valencia, del geriátrico, y el país se llena de “Ahora Madrid”, “Barcelona en comú” o de “Mareas” que limpian
y arrasan los infectos muros y mayorías.
Y lo que es más importante, se ha
llenado de voluntades ciudadanas, de
decisiones colectivas, de asambleas deliberantes, de empoderamientos de la
gestión pública, de luz y de taquígrafos.
No es que los ciudadanos,
votantes del 25 de mayo, hayan mandado a hacer calceta a un millar de chorizos
al vino y embutidos en sus ocultas cuentas suizas, y a los que estaban detrás,
es que sólo acaban de coger la escoba para acabar con este ortigal, con la
cueva de Alí Baba, que nos saqueaba y expoliaba, sino con la decadencia moral y
política que ambas implicaban.
Esto es sólo el principio. Por lo
pronto se han acabado las imposiciones, los dicterios y los decretos leyes en
favor de la banca y los empresarios amigos. Vendrán más cosas en forma de
comisiones de investigación, de procesos, juicios, cárceles y condenas.
Vamos a acompasar la voluntad al
zotal. El escaño al insecticida. El debate a la salud.
¡A galopar, a galopar, hasta
enterrarlos en el mar!
Bonito análisis, por fin aparece algo de luz, algo empieza a cambiar haber si en las generales damos otro golpe en las urnas y desahuciamos otro montón de ratas.
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