Dos noticias. Dos reacciones. Dos
varas de medir. Dos sensibilidades. Dos modelos de sociedad.
Los jornaleros del SAT entran en dos supermercados de Écija y Arcos
de la Frontera y requisan nueve carros con productos básicos que entregan en un
banco de alimentos para desempleados.
Un español se cuela entre los
hombre millonarios de este planeta. Una vez más Amancio Ortega, el dueño de
Inditex -empresa que engloba muchas exitosas firmas como Zara- se ha colado en
el ranking que se elabora con el Índice de Millonarios de Bloomberg en tercera
posición. De este modo la fortuna de Ortega, que asciende a los 46.600 millones
de dólares (38.000 millones de euros), le permite ser reconocido como el tercer
hombre más rico del mundo.
Ante la primera noticia una
jauría de perros, incluyendo entre los mastines a los ministros Fernández Díaz
y Gallardón, se han abalanzado sobre las figuras de Sánchez Gordillo y los
sindicalistas del SAT, queriendo entrever una peligrosa revuelta que socaba el
principio de propiedad privada y los fundamentos del “estado de bienestar” (del
suyo), pidiendo poco menos que el fusilamiento al amanecer para los expropiadores
de bolsas de azúcar, arroz y garrafas de aceite oliva.
Ante la segunda, el fervor
patrio, estilo medalla de bronce en la modalidad de acadaulamiento en gran
escala, se ha inflado el pecho y los cojones. Obviando, naturalmente, donde
paga sus impuestos don Amancio de los idems.
Una foto nos muestra a Sánchez
Gordillo mostrando su trofeo de dos garrafas de aceite (un máximo de 30€) mientras un pie de foto dice que el señor
Ortega, presidente de Inditex, se nutre
básicamente con negocios en países del tercer mundo, con empresas con las mas
penosas condiciones laborales y sociales, trabajo de menores incluidas.
Y aquí seguimos. En tres días en
señor juez ha visto, instruido y dictado sentencia sobre el “robo” del arroz y
el azúcar mientras Rato, Urdangarín, todos los implicados en la trama Gurtel y tantos otros, chorizos picantes de su propio
banco de alimentos, continuando dorando sus derechosos huesos al sol de la
impunidad.
Solo se trata de tapar la boca al
personal, omitir a los verdaderos y substanciales ladrones y extender la peste
pepera sobre las nóminas, los derechos y las conciencias.
Yo también soy Sánchez Gordillo y
tengo cerca media docena de supermercados.
Yo también conozco un mundo poblado de chorizos y jueces con prisa,
según quien sea el procesado.
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