El hasta esta mañana alcalde de
Córdoba, José Antonio Nieto, ha abandonado el Ayuntamiento por una puerta
secundaria, en la trasera del edificio, tras celebrarse el pleno constitutivo
de la nueva corporación municipal.
Mucho más que un símbolo. En
realidad, Nieto ha gobernado cuatro años “por la puerta de atrás”.
Atrás de los ciudadanos y sus
necesidades. Atrás de la realidad de la ciudad, azotada por el segundo mayor
paro de una capital de provincia. Atrás de una mínima apertura y diálogo a
otras opciones políticas que no fuera la suya propia. Atrás en su dedicación al
cargo, “secuestrado” dos años en Sevilla por su condición de diputado
autonómico y encerrado en la torre de marfil de su despacho, por su condición,
prioritaria, de presidente provincial de su partido.
Con Nieto y su huida, esquivo a
la presencia en la puerta normal de salida de ciudadanos descontentos con su
gestión y a los que en su mandato habría soslayado ordenando vallas y barras
rigurosamente vigiladas, más allá de los
cien metros de cercanía, se va toda una forma de entender la política y la
vida.
Al igual que otros líderes y
lidercillos de su partido, Nieto se organizaba, oníricamente, sus propias “excelencias”.
Una ciudad irreal e idealizada, que progresaba, saneaba y superaba todos sus
problemas por la sola presencia en los sillones del capitolio de unos señoritos
engominados y unas damas con vison en invierno.
Prometió que no se presentaría a
la reelección si en la ciudad había “un solo parado más” que cuando tomó posesión
de su cargo. Incumplió su palabra en base a un juego malabar de cifras,
mezclando churras y merinas, encuestas de población activa – de ámbito
provincial- y datos obsoletos de la Oficina de Empleo, para tratar de hurtar a
la nada manipulable opinión pública, que en realidad, había 4.000 desempleados
más.
También a imagen y semejanza de
otros candidatos venidos a menos de su mismo partido, protagonizó una auténtica
pataleta tras conocerse el resultado de las elecciones de mayo, llegando a
proponer hasta tres fórmulas distintas de gobierno con el único elemento en
común de no despegarse de su asiento y de su vara.
Una multitud, muy vinculada a los
ocupantes de un colegio público abandonado que han hecho una labor social en el
barrio para darle envidia y que mantuvo en permanente expectativa de desalojo
inminente, cortándoles la luz y el agua, gritaba ante la ausencia del ex gerifalte:
“Os hemos desalojado, antes que al Rey Heredia”
Hoy, tras el pleno, en plena
vergüenza, se ha ido por una puerta trasera. Se fue, a toda velocidad, en “su” coche
oficial. La multitud, burlada, gritaba: “Ese no es tu coche”. El glamour ha
terminado.
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