Tuvo que ser bajo la vieja carpa de un circo legendario.
Allí, la decrépita política de un país a la deriva, su sumó a la maldita
metáfora del “poder central”.
Contraviniendo a su historia, a su huera deriva ideológica,
a un pretérito que hablaba de un compromiso con la justicia social, el líder de
un partido más manchado que histórico, jugó a la política como si estuviera en
lo que estaba: en un circo.
Una monstruosa proyección convirtió el escenario, la carpa,
en una gigantesca bandera. Dicen que la “constitucional” y esto parece
redimirlo de todo.
Pero con esos colores se ha asesinado, fusilado y
represaliado a miles de compatriotas. La oligarquía –y la casta- se han
enriquecido bajo su emblema, se ha estafado, robado y corrompido hasta las
hebras.
Se habla de “ofensas” por un quítame allá un chiste macabro.
¿No es esto una ofensa al casi millón de personas desaparecidas en una guerra
civil, alzada por un clero ultramontano y una oligarquía rapaz, contra un
pueblo, que no hay que olvidarse, defendía la legalidad vigente, tan legal y
tan legítima como la Constitución, más o menos impuesta, que ahora se invoca
como inodoro mental?
Si teníamos poco con un bipartidismo corrupto, ignorante del
dolor y la miseria que causan sus innumerables casos de corrupción y rapiña
rampante, que ahora, tenemos, la “política circo”. A la americana, con
patriotas de tres al cuarto, bajo los focos de la bandera y la familia, pero en
cuanto se apaguen volverán al regazo de sus amantes y a vender la patria al
primer banco que haya que rescatar.
Traficantes de ideas, en camisa inevitablemente blanca y
remangada, quieren ser el pueblo que va a la oficina, pero son lo que son: la
casta subida al trapecio y con las fieras detrás, a punto de saltar a la carpa.
La magnitud de su comercio agota nuestras propiedades, hasta
las intelectuales e ideológicas, ahora todos serán “plazas de toros” bicolores,
bipartidistas, bifrontes, donde el pueblo votante, embaucado por las cavernas
mediáticas, elegirá siempre entre “lo malo” y “lo peor”.
El no sé qué 35, los banqueros y los capelos no iban a
permitir otra cosa.
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