Buenas noches,
En esta Nochebuena, como cada año, quiero reflexionar con
vosotros sobre lo que nos preocupa y también sobre nuestras esperanzas.
En concreto, me gustaría referirme a tres asuntos: la crisis
económica, la situación general de corrupción de instituciones y políticos que
se padece en nuestro país y la necesidad
de abordar un cambio profundo y radical en las políticas económicas para, de
una vez, atender las necesidades reales de los ciudadanos, víctimas de una
gestión desafortunada, cuando no punitiva o delictiva por parte de la mayoría
de los mecanismos del Estado.
No creo exagerar si digo que vivimos uno de los momentos más
difíciles de la historia de España.
La grave crisis económica que atravesamos provocada por el
afán de lucro y enriquecimiento sin límites del capitalismo y de la ideología
neoliberal ha alcanzado una intensidad,
una amplitud y una persistencia en el tiempo que nadie imaginaba. Los
ciudadanos sufren hoy su rigor, que está poniendo en entredicho el bienestar de
no pocas familias. Pienso en tantas personas de todas las edades, pero muy
especialmente en muchos jóvenes, que se levantan cada día con sensación de
inseguridad y desánimo por la difícil situación de sus economías, la falta de
trabajo y las inciertas perspectivas de futuro.
No podemos ignorar que existe pesimismo, y que sus efectos
se dejan sentir en la calidad del clima social que vivimos. Está además
generando un desapego hacia las instituciones y hacia la función política que a
todos nos preocupa.
No hay más alternativas que poner a las instituciones al
servicio de los ciudadanos y no de los espurios intereses de los mercados
financieros, la gran banca y los afanes especulativos de una minoría que se
enriquecen empobreciendo y haciendo sufrir al pueblo.
O encontramos una solución eficaz, pronta y contundente, o
toda la clase política, incluyéndome en ella deberíamos retirarnos y dejar paso
a nuevas formas de gestión de los asuntos públicos, y esto con carácter casi
inmediato.
No puede, de ninguna manera continuar el actual estado de
cosas, con esa masiva desprotección de los derechos sociales que son seña de
identidad de una sociedad desarrollada y fundamentada en el reconocimiento de
los derechos humanos y de lo que establece nuestra Constitución.
A menudo se habla de estímulos, económicos o fiscales, y nos
olvidamos de la confianza. Reconozco que una gran mayoría de nuestros
ciudadanos no tiene esa confianza, ni en mí ni en el Gobierno, ni en el partido
que ostenta la mayoría parlamentaria.
Los sucesivos y reiterados casos de corrupción, las
donaciones de empresas con objeto de captar contratos ventajosos, la doble y
triple contabilidad, los sobresueldos y los pagos en B han acabado con el poco
crédito de que gozaban nuestros políticos, entregados, por otra parte, a unas
obediencia al capital internacional y la sumisión a otras potencias
extranjeras.
A lo largo de los treinta y ocho años de mi reinado, yo
mismo me he aprovechado de mi cargo, y he reunido una importante fortuna, que
como no, tengo depositada en bancos de paraísos fiscales. Debo pedir perdón al
pueblo y a los muchos compatriotas a los que he perjudicado. Los casos de corrupción que afectan a miembros
de mi familia son realmente bochornosos y nada ejemplarizantes para la salud
moral y el progreso de nuestra sociedad.
Es realmente inasumible el número de personas que no tienen
empleo y posibilidad de sacar adelante a sus familias. De nada tendrían que
servir todas las instituciones del Estado si no son capaces a muy corto plazo
de encontrar una solución efectiva a esta lacra social.
El muy evidente retroceso en el estado de bienestar, al que
han contribuido cinco generaciones de españoles, se ve afectado en todos los
órdenes. Una enseñanza de mucha peor calidad y con muchos menos medios, la
sanidad pública sometida a un injusto e interesado proceso de privatización, el
atropello para varias décadas que se le ha hecho a las pensiones de nuestros
mayores y su radical empobrecimiento, la falta de atención a personas
dependientes, la regresión en derechos sociales y laborales, la falta de perspectivas
de empleo y de realización personal para una mayoría de jóvenes, que se
concernidos a una dolorosa emigración masiva.
No ignoro que la política y los políticos vivimos los peores
momentos en el concepto y en la
percepción de los ciudadanos. Por esta razón yo quisiera esta noche reivindicar
otra forma radical de hacer política porque su papel es fundamental en la
salida de la crisis y de la lamentable situación en que está nuestro país
La Corona es muy consciente del esfuerzo y el sacrificio al
que muy injustamente se ha sometido a los ciudadanos. Y también es consciente
que falta de entereza y dignidad, los ha defraudado. Por eso, está Navidad
tiene que ser distinta.
La Navidad simboliza el triunfo de la generosidad sobre el
egoísmo. Generosidad, solidaridad y compromiso son valores que todos debemos
reconocer, conservar y promover siempre y en estos tiempos más que nunca.
Tan distinta que en estos momentos renuncio a mi reinado y
pido al Gobierno de la Nación que me acompañen en mi decisión. Que dimitan
todos. Que se abran un nuevo proceso constituyente que dé al pueblo la
capacidad real de elegir, libre y democráticamente las normas por las que
quiere regirse, libre de las ataduras de estructuras y mecanismos de
representación obsoletos e ineficaces. Que realmente garanticen la justicia, la
igualdad y la representatividad de todos y castiguen con todo el peso de la ley
a los que llevan décadas enriqueciéndose y delinquiendo con los recursos
públicos y la dignidad de todos.
Feliz Navidad para todos y buenas noches.
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