Promovieron sermones, difundieron
epístolas, convocaron manifestaciones. Invocaron
objeciones de conciencia, se fingieron victimas del violado derecho de padres,
hablaron de “daño a la familia” y al derecho inalienable de la educación
La asignatura de “Educación para
la Ciudadanía” era la madre de todos los males. Sectaria, adoctrinante, totalitaria,
y medio centenar de epítetos más, que se corearon en manifestaciones
promovidas, alentadas y en parte financiadas por la Conferencia Episcopal y el
Partido Popular, desenterrando el viejo esquema de la “manifestación
patriótica” del franquismo con autocar y bocadillo gratis hasta la Plaza de
Oriente.
En ellas vimos a Rajoy, a
Cospedal, a Esperanza Aguirre, a Gallardón… como hermafroditas reivindicativos
debajo de una pancarta.
¿Qué ha quedado de aquello? En un
ejercicio insuperable de cinismo e hipocresía, ahora tenemos una LOMCE que
impone como obligatoria la asignatura de religión y con el mismo nivel de
exigencia académica que las matemáticas o la química, que, claro, no es nada
adoctrinante, ni atenta contra ninguna conciencia ni contra el derecho de
ningún padre.
Una asignatura para la que el
cónclave de obispos reunidos ha aprobado textos como estos para el primer curso
de primaria –para niños de seis años-: “El arco iris en un pacto de Noé con
Dios para que todo sea más bonito después de la lluvia”. “La lluvia son
lágrimas de los ángeles que lloran por los pecados del mundo”.
El viaje de sus meninges se ha
agotado en sí mismo. Quieren fabricar imbéciles desde la más tierna infancia. Y
parece que no les da la menor vergüenza de lo que dicen y de lo que hacen.
Solicitan, propician y escuchan de y desde la estupidez. Son un subproducto
mental relleno de su viruta sectaria.
La Iglesia Española, que no he
hecho el menor gesto de contrición respecto a su papel y responsabilidad en la
contienda civil que produjo un millón de muertos en nuestro país, es la
confesión religiosa más acrítica, insolidaria y privilegiada del planeta.
Practica, y ha practicado, el terrorismo religioso desde sus más altos púlpitos,
se ingiere en la política, las leyes y el derecho de las gentes de manera
intrusiva y es el mayor tumor maligno del país.
Ni siquiera cabe el
autodesprecio. Sus curas y obispos son refractarios al bicarbonato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario