Hace exactamente un año escribía
esto:
“Nochebuena de 1936. Un convoy
formado por once camiones de campaña transporta en dirección a Bailen a
republicanos de los pueblos de Montoro, El Carpio, Villa del Río y Bujalance
que ante el avance de los llamados “nacionales” se ven obligados a abandonar
sus hogares. En su mayoría son mujeres no combatientes, menores de edad y
ancianos.
No transportan armas y si un enorme
desaliento, miedo y angustia sobre su futuro. Mal pertrechados, con hambre y
frio insuperables se alejan de sus hogares que, de seguro, serán asaltados y
objeto de rapiña por los leales al régimen triunfante.
En su severa penitencia, a la
altura del pueblo jienense de Villanueva de la Reina, avistan a la aviación
nacional que, de inmediato, comienza un incesante bombardeo, a pesar de la
bandera de la Cruz Roja Internacional que ondea en el primer vehículo del
convoy.
En una “gloriosa acción de armas” los
valientes pilotos de Franco y su puta madre, en pocos minutos tienen volcados y
humeantes a los once vehículos y un reguero de mal heridos entre el depauperado
olivar. Un número indeterminado de muertos y heridos, en su mayoría ancianos y
niños, despanzurrados entre el asfalto y las eras arcillosas.
Mi hermano Manuel, de 4 años de
edad está indesmentiblemente muerto. Llevaba un grueso jersey de lana de color
azul, que resultó impotente ante la metralla. Su mundo eran las pelotas de
trapo y los camiones de madera. Nada sabía de la “gloriosa cruzada de salvación
nacional”.
El cuerpo de mi hermano de 4 años
no ha sido localizado, está enterrado en una cuneta de la vieja carretera de
Villanueva de la Reina a Bailén junto al de otros seres humanos para los que no
hubo ni “paz” ni “buena voluntad” en aquella nochebuena y en las 75 siguientes.
“
Tiene plena vigencia. Durante
este año he tomado contacto con otras víctimas de aquel genocidio.
Especialmente con las familias Cañas y Pavón, pero la mucha tierra que
deliberadamente se ha echado encima de este y de otros asuntos parecidos nos ha
impedido progresar lo que quisiéramos.
Parece increíble que un asesinato
colectivo del tamaño del que relatamos y padecemos no haya recibido un renglón,
un instante de investigación, una disculpa o un reconocimiento. Y así, aviones italianos con base en Tablada,
pilotados por fascistas de hace 76 años,
iguales a los que ahora recortan
derechos y salarios, han podido asesinar, en la mayor impunidad, a un número
nunca precisado de seres humanos sin que
nadie haya movido un dedo pidiendo alguna responsabilidad.
Durante algunos años se habló de
transición y “reconciliación nacional”. Por mi parte y la de mi familia, ni la
hubo, ni la hay, ni la habrá.
Mantendremos, contra cualquier avatar de nuestra edad, nuestra historia
o nuestro tiempo, nuestra memoria y nuestro recuerdo, nuestra demanda personal
ante los asesinos de niños y ancianos, y por encima de que ni una simple placa,
un triste monolito, recuerde que en aquella nochebuena de hace 76 años, en un
olivar andaluz, no hubo ni esa paz, ni ese amor, ni esa buena voluntad que dice
y pregona su falso mensaje cristiano.
Que no no hablen de paces y que
se guarden sus hipócritas deseos de felicidad en el mismo lugar en que habitan y
crepitan sus remordidas y asesinas conciencias.
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