viernes, 20 de septiembre de 2013

El Mundo, La Ración, Díaz Ferrán y los sindicatos.


 

“Gerardo Diaz Ferrán, el expresidente de la CEOE que recomendaba a los demás "trabajar más y cobrar menos" para salir de la crisis, reunió un patrimonio inmobiliario de 88 millones de euros, que incluía una finca en Toledo con restos de un castillo medieval declarado bien de interés histórico-artístico.

Es un dato recogido en un informe de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) de la Policía, entregado al juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco, que mantiene en la cárcel a Díaz Ferrán desde el 4 de diciembre de 2012 acusado del vaciamiento patrimonial de Viajes Marsans para no pagar a los acreedores de la empresa,  a quienes debe unos 400 millones de euros.”

(De la prensa nacional)

¿No se acuerdan de Díaz Ferrán? Fue el anterior presidente de la CEOE y en su discurso venía a decir las mismas cosas que dice el actual. Era el “empresario modelo” para Esperanza Aguirre y donante preferente del PP. Está en la cárcel acusado de una docena de delitos y unos débito superiores a los 400 millones de euros.

Pues el periódico “El Mundo” y el panfleto “La Ración” nutren a sus lectores diariamente con datos a cuentagotas de la querella que el sindicato -¿?- “Manos Limpias” ha puesto contra la UGT de Andalucía, a la que como no podía ser menos, se han adherido el PP y UPyD.

Aclaro que nunca he sido militante de UGT y que, en otro tiempo, competí, duramente, con sus líderes y políticas sindicales, pero ahora, por un quítame allá esas gambas está siendo linchada por la derecha mediática de esto que llamamos  patria o peña con moscas fascistas, por encargo con comisión de la banca especulativa, también nacional.

Si la UGT ha desviado fondos destinados a otros usos para gastos generales del sindicato  debe ser condenada. Por lo pronto, en un gesto que le honra y que deberían seguir todos los implicados como presuntos desviadores, comisionistas o cobrasobres,  ha devuelto las cantidades en litigio o presunción.

Pero lo llamativo del caso son las cantidades por las que los órganos de  propaganda del nacionalpeperismo mantienen una diaria campaña de desprestigio, con la oculta intención de que los ingenuos lectores o militantes alcancen el “todos son iguales” que los liberaría de sus abundantes latrocinios y corrupciones y liquiden el sindicalismo como forma de defensa ante sus latientes atropellos.  

La cantidad más llamativa, presuntamente desviada, corresponde a una factura de 2.000 euros, como resultado de una comida de feria, en homenaje a 20 sindicalistas jubilados, pero en la que participaron hasta 200 personas. Quiere decir que salieron a cerveza y gamba por cabeza.

Por ese “volumen” el PP se adherido a la querella y solicita la “inmediata dimisión” y depuración de todo sindicalista que huela a marisco en veinte kilómetros alrededor de la sede ugetista de Sevilla.

¿Por qué no se aplican el cuento y su propia medicina y dimiten hasta el portero  de Génova 13?

En serio. Este es un país cínico y miserable. Alguien, empresario modelo y donante, puede robar 88 millones y deber otros 400 que nadie, y mucho menos que nadie el PP y Manos Limpias, se van a querellar contra él. Se querellan, calumnian y desprestigian a 20 sindicalistas que se toman una cerveza con gambas en Feria.

Se instalan en la “limoná” y se olvidan de la “chicha”.  En el pecado llevan la penitencia. 

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Asalto y robo al tren de las pensiones


Dijo una voz popular: “Se coge antes a un mentiroso que a un cojo”. Y Rajoy es cojo. Y mentiroso.  Este ectoplasma de presidente dijo en sede parlamentaria tras la visita de Mario Draghi, con el tono de falsa solemnidad que le caracteriza: “No tengo la intención de bajar las pensiones el año que viene; sería la última partida presupuestaria que tocaría”.

Y ahora, el trámite de Ley de la Reforma del Sistema de Pensiones, que como toda ley tiene que llevar la adenda presupuestaria correspondiente, calcula que entre 2014 y 2020, la tal reforma proporcione al Estado 33.000 millones de euros. De “ahorro”, dicen, entre el cinismo y la más absoluta desvergüenza.

Quiere decir que la “partía de Rajoy” y sus bandoleros le van a pegar un trabucazo a los pensionistas de este país de 33.000 millones. Que se dice pronto.  Después de haberle condonado 36.000 millones a los bancos, después de haberse cargado todo factor de progreso en la legislación laboral, después de establecer el repago de los medicamentos, subir el IVA, el IRPF y escalar tropecientas veces en la factura de la luz. Mientras ellos se financiaban ilegalmente durante milenios, cobraban dobles y triples sueldos, y dietas y registros de la propiedad de sobaquillo, desayunaban, almorzaban y cenaban en restaurantes de lujo con cargo al presupuesto y su déficit.

En esta perfecta ecuación del robo y el atraco a los más débiles, Rajoy se convierte en el más mentiroso y ladrón  de los personajes de nuestra historia que vieran cielos, tierra, soles y lunas. No es que diga una mentira, es que todo lo que dice es mentira y su “labor” de gobierno le equipara al Tempranillo y al Pernales, con la diferencia de que estos robaban a diligencias o terratenientes más o menos individualmente y la Trotana roba a gran escala a todos los débiles de un país.

El nuestro es un país de pícaros, trashumantes y ladrones. Pocos, a la altura de Rajoy y su Gobierno.  No hay más que ver la cara de lechuga de la ministra – o lo que sea- Báñez, al anunciar el “gran robobo de la jojoya”.

El viceportavoz de Asuntos Sociales del PP, Rafaelito Bodegas, digo Rafael Merino, parlamentario por Córdoba, ha dicho: “Los pensionistas tienen que estarle agradecidos al Gobierno del PP porque no le ha congelado las pensiones”. Y se fue sin hacerse la prueba de alcoholemia

Abandonando todo frivolidad. En este tiempo, circunstancia y paisaje, ¿no habría capacidad de convocar a los ocho millones de pensionistas a La Moncloa para darle, simplemente, un manteo, a esta excrecencia de gobernante?

Yo pondría la manta.

 

 

sábado, 14 de septiembre de 2013

Mi padre


(De mi libro sin publicar. “Memoria de veranos, pájaros y estrellas”)

 

Delgado, menudo, seco. Serio, severo, austero. Ajeno a cualquier lujo. Frugal.  Dispuesto.

 

Trabajar todos los días y a todas las horas. Dormitar sobre la mesa. Leer el periódico todo el día de cualquier día libre. Esperar, en vano, que cayera el odioso régimen. Confiado en los maquis, en los aliados, en la reacción del pueblo. En vano.

 

Republicano, albañil, carpintero, funcionario de carrera por oposición, depurado por “desafecto al régimen”.

 

Lucho en el frente de Madrid. Espíritu del Sur –odiaba el frío- estuvo tres meses en el frente del Ebro con mínimas de -20 º C.

 

Blasfemo empedernido, odiaba medularmente a Franco, a los curas y la Iglesia. Admirador de los profesionales de “su” oficio y de las herramientas, atribuía el progreso a estas.

 

Arrojado desde su infancia al trabajo en el campo, admiraba las máquinas, las cosechadoras, los molinos eléctricos, los tractores…

 

Sólo le interesaban las “noticias”, el periódico y la radio. Oía a escondidas “la Pirenaica” y admiraba a Azaña, Negrín y Largo Caballero. A Modesto, Dolores y Durruti. Solís le sacaba de quicio y una docena de blasfemias.

 

Nunca supo lo que era un hotel. O un restaurante. Y para él sólo existían las fondas.

 

Su felicidad era rajar una sandía en verano o abrir un melón y juzgarlo sumariamente. Si no superaba la prueba era condenado a ser picado, como un vil pepino,  en el gazpacho.

 

El primer gobierno socialista de la democracia le reconoció su condición perdida de funcionario y al viejo bolchevique le blandenguearon las ideas. Se hizo valedor y votante de aquellos del capullo y la rosa. Nunca se lo perdonaré.

Delgado, menudo, seco. Mi padre.

 

 

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Un Congreso con goteras


 

La humedad calaba hasta los tuétanos la esencia de la democracia. El Partido de la Podredumbre impedía preguntas, mociones, comisiones e investigaciones sobre su corrupción desinhibida y profesional.  Y llovía, sobre los tejados del Congreso, de la Democracia y de la Verdad. Y sus goteras empapaban de mentira los escaños, los sueldos y las dietas. Y la honestidad se quedaba humedecida de mentiras.

“Su historia es una patraña envuelta en una mentira que, finalmente, desemboca en un embuste", dijo —parafraseando al dirigente británico Winston Churchill- uno de los “mojados” por aquella gotera chapucera.

Un gran embuste que quería tapar un gran robo, masivo y reincidente en el tiempo, que destruía pruebas, ordenadores, discos duros y agendas de secretarias compradas al precio de sobre y que mentía, con empacho, en el Parlamento, en la prensa y en los plasmas.

Era eso, una plasma, un escombro, una reverencia al latrocinio, del mal llamado “gobernante” de aquel país de chorizos y morcillas. Una democracia chapucera y goterosa, contemplada desde afuera; maloliente y desvirtuada, hasta el límite del Golpe de Estado, desde dentro.

Tal era la fuerza de aquella fatalidad que arrastraba su basura por todo la desgracia de País, e inundaba Autonomías, Ayuntamientos, Fiscales, Jueces y Medios de Incomunicación, y el abismo se asomaba en forma de marhuendas, cospedales y florianos, que tomaban su inspiración desde sus propios zapatos, manchados de barro y agua corrupta de sus goteras.

Era un circuito obsesivo: el partido, la donación, el sobre, la dieta y la mentira parlamentaria. Que aplastaba la cabeza de los vencidos por el Gran Robo: los asalariados, los pensionistas, los probos funcionarios de sueldo recortable. Una maquinaria de destrucción que se retroalimentaba de recortes y ladrones. Por igual.

Pero entre jeroglíficos y cenefas ocurrió lo inesperado. A fuerza de goteras, de mentiras y fraudes repetidos, se hundió el techo de aquel Congreso y perecieron, ahogados en la gran ola cenital que se formó, el Gran Mentiroso, sus Acólitos de la Fraudulenta Mayoría, la Oposición Mojada, los Conserjes y Secretarias, sus Gin-Tonics de módico precio.

Todas sus horas estaban –están- contadas.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Café with milk in Mayor Square


Insultante analfabeta. Arrogante analfabeta. Consorte analfabeta. Desde la más absoluta nada ha llegado a las más altas cotas de estulticia. Analfabeta.

Puede descansar en un spa con un mortuorio lleno de adolescentes. Puede confundir a Aristóteles con Arquímedes. A un “museus” con un museo. A un burro con una escalera. Es una burra. Analfabeta.

La nada. El vacío. El cero. Subida en un cargo pegado a una deuda. Es un laberinto que vive dentro de la incultura. Nadie sabe, exactamente, que inglés habla. Ni siquiera sabe si habla. Es  una máquina de decir sonidos alrededor de su nada. Es la vida cotidiana en forma de sonido monocorde. Le pega patadas al diccionario y a la mente. Y sobrevive. En el cero. En la nada. Analfabeta.

Asesina, cada vez que abre la boca, a la razón, a la política y a la gramática, pero sigue montada en su trama, en su burra sin discernimiento. Es una burra. Analfabeta.

No la comerá el fuego eterno de la vacuidad, subida en un cargo por su consortidad. Es la inmoralidad mental sin garantía alguna. Es una madriguera de errores. Un peluquín confeccionado al vacío. Un cerebro con pelo, sólo. Analfabeta.

Es un cráneo hervido, un pámpano en la ruta fascista, una innombrable con bastón de mando. Una captura sin urnas. Una urna sin votos. Analfabeta.

Ha perdido una olimpiada, cincuenta hospitales públicos y una ciudad de piedra. Un fulgor de la política, un eslabón en una deidad caída. La esposa de un bigote fascista. Analfabeta.

Tiene una flor en salve sea la parte. Analfabeta.

jueves, 29 de agosto de 2013

Han soltado a los cangrejos


 

La crisis general  ha devuelto el fascismo a los ojos. Ve uno a esos cachorros de Hitler envueltos en banderas que huelen a sangre derramada, mofándose de ancianos estafados o saludando brazo en alto y cree que la inmundicia, resucitada, nos invade.

Siempre han estado ahí. Cuando la vaina de la “transición” pasó por ellos, sólo se enquistaron. Se hicieron “demócratas” para invernar. El fundador de su partido, que arrancaba los teléfonos que le daban malas noticias, fue ministro de lo intangible, camisa azul y siempre le sobraba media España. La calle “era” suya y suyos los destinos de sus compatriotas, como los de la Catedral de Vitoria o Montejurra.

Fundó un partido que en realidad no era un partido: era la extensión temporal de un régimen caduco. Solo faltaba que la prensa de los banqueros, los defraudadores fiscales, los rancios empresarios esclavistas le jalearan o  financiasen.

Y ahí los tenemos. Subidos a sus mayorías obtenidas con financiación ilegal y sobresueldos, con donaciones y arrogancia de chulillos del macarrón. Y no son una minoría dentro de una organización modélica y democrática, son la mayoría, porque lo llevan en los genes. Un día sale un alcalde gallego justificando genocidios y otro un portavoz parlamentario, atropellando a la justicia, a la historia y a la verdad, adjudicando la responsabilidad del “millón” de muertos a la República. Y equiparando, con ausencia de información y conocimiento, a una bandera, legitimada con democracia y sangre,  con un trapo criminal agangrejado.

El resultado de todo esto, es que esta sociedad ha desandado a marchas agigantadas el túnel de tiempo. Vivimos ochenta años atrás. Y como entonces una alianza de las oligarquías y la Iglesia está torturando y aprisionado al pueblos y a las clase populares.

Y sus cachorros, ansiosos de razias, revientan de fascismo en sus sedes, pintan los ruedos con leyendas que son un dislate para la humanidad o sus portavoces principales ofenden a miles y miles de muertos. Conviertan a las víctimas en verdugos y sigue disfrutando su escaño.

Tengo la absoluta confianza que esta tendencia, esta moda social es coyuntural y que pasará. Y que la próxima vez ya no habrá “transiciones” y “reconciliaciones”, y que los asesinos del brazo en alto y sus cachorros, soltados como cangrejos saliendo del nido común, serán, definitivamente juzgados y ajusticiados.

martes, 27 de agosto de 2013

La fábula de la gomina y las corbatas azules


 

Se cuenta que hace muchos años, hubo una ciudad situada al Norte del Sur de una península, donde había tantos ladrones como mentirosos. Y tantos de estos como moscas. Y estas, las moscas, en ocasiones ocultaban la luz del sol. La ciudad, quizás por un oculto destino, había estado gobernada por esa infusión con chorreras que a la que llaman “la izquierda”.

La última regidora de aquella ruina de ciudad perdió la estima de su pueblo en conciliábulo permanente con orondos curas, con pasteleos populistas en procesiones, peroles y manos pasadas por el lomo al conservadurismo trincón y rancio, de aquella urbe de los mil y un cuentos.

Y entonces aparecieron ellos. Con gomina y corbatas azules los donceles, y con ropita de Barbi y bronceados rayos UVA las doncellas. Su discurso en las plazas, probablemente “dopados” tras beber en la fuente de algún gürtel cercano, hablaba de austeridad y eficacia.

Dicen los juglares que la “eficacia” quedó al descubierto al poco. Eran más inútiles que el pene del Sumo Pontífice.

Y la austeridad se puso, también al poco, en la fresquera.  El alfaquí que los mandaba, con un aire entre lívido,  como sacado de una película gay de Visconti, y de trincón a secas, comenzó subiéndole el sueldo a cinco de sus lanceros. Por encima de la media y de lo que había dicho-prometido. Continuó- en forma encubierta de subírselo a casi todos- haciendo “tenientes de alcalde” (de sobaquillo)  a una novena de ellos, rodeándose de “asesores” y “expertos” al cheque-mensual-vivo, entre los que estaba una extraña “asesora de políticas transversales”. Que nadie sabía para que servía, excepto para cobrar la tela marinera.

En estas que se descubrió el pastel y se supo que el alfaquí de la corbata azul, el del cuento de la eficacia y la austeridad,  cobraba de las arcas del reino entre 74.000 y 76.000 dinares anuales, más que la vice-muñequita-linda del reino y la mayoría de los visires o ministros de aquel estraperlo, que se lo zampaba en crudo y que era como una ninfa masculina del engaño general.

El alfaquí, en pelea con su gomina, había declarado que no se presentaría a la reelección si al término de su mandato había “un solo parado más que cuando (dopado) se presentó”.

A la mitad de su hégira no había “un solo parado más”. Había seis mil.

Y luego vinieron las perdices y unas extrañas aves blancas sobre fondo azul, como las corbatas, y la ciudad del Norte del Sur se sumió en una profunda, profunda siesta.

Y colorín colorado, esta historia no ha acabado.