Buenas noches,
En esta nochebuena, probablemente la última que celebremos
como Jefe de Estado, quiero desearos junto a la Reina y nuestras hijas, unas muy felices fiestas y todo lo mejor para el año
nuevo.
Desearía también que la voluntad democrática del Pueblo
Español no tuviera normas impuestas a la libertad de decisión de la Soberanía
Popular y que en el transcurso del año que comienza se regulen aspectos tan esenciales
en nuestra convivencia.
Esta noche me dirijo a vosotros desde la calle, esa que
ocupan tantos y tantos desahuciados de sus hogares por el capitalismo
internacional. La Corona celebra este acto en el lugar que debería ser de todos
y en el que reside la mayor dignidad y la grandeza de un pueblo: una plaza
pública.
Símbolo de lo que es
de todos los españoles y emblema lacerante de nuestra historia presente. Las
calles y plazas de nuestras ciudades, tan usurpadas por la especulación, el
urbanismo lucrativo y el latrocinio permitido.
Y esa historia, sin duda, debemos conocerla y recordarla,
porque nos ayuda a entender nuestro deprimido presente y orientar nuestro
futuro y nos permite también apreciar mejor nuestros aciertos y nuestros
errores; porque la historia, además, define y explica nuestra identidad a lo
largo del tiempo.
Creo sinceramente que hoy vivimos tiempos en los que es más
necesario que nunca reconocernos en una imprescindible reforma social y
política. Es necesario poner el acento
social en cualquier objetivo legislativo, judicial o político y devolver a los
ciudadanos estafados por la barbarie capitalista y expoliativa el valor añadido
que han generado en años y años de esfuerzo, laborando sin derechos y con
salarios de hambre. Es necesario
ensalzar todo lo que las clases humildes y trabajadoras han tenido que soportar
y padecer en estos años de crisis, lo que sería de elemental justicia para
todos, y para mí, el primero, en la
senda de la Justicia Social
Una gran nación la hacen los que trabajan, los que cada día
ponen su esfuerzo y su inteligencia en sus lugares de trabajo al servicio de la
comunidad. Esa es, en realidad, nuestra verdadera identidad como Pueblo y
Nación.
Y es también un gran Estado, cuya solidez se basa hoy en
unos valores constitucionales que no se ha respetado ni garantizado nunca en la
práctica. Hay que tener tiene respeto a la voluntad democrática de todos los
españoles, expresada libremente en las urnas para todas las características esenciales
de lo que configurar la Ley, el fundamento de nuestra vida en libertad. Sin
imposiciones, ni históricas ni de mayorías artificiales obtenidas desde el
miedo o el engaño.
Por todo ello, tenemos -tengo- muchas razones para poder
afirmar esta noche que ser y sentirse español, querer, admirar y respetar un
nuevo ordenamiento legal y jurídico de nuestra convivencia, desde un
sentimiento profundo, una emoción sincera, y un orgullo muy legítimo.
Con estas razones, y compartiendo estos sentimientos,
haremos honor a nuestra historia, de la que hoy somos protagonistas y cuyo gran
legado tenemos la responsabilidad de administrar; y fortaleceremos nuestra
cohesión nacional, que es imprescindible para impulsar nuestro progreso
político, cívico y moral; para impulsar nuestro proyecto común de convivencia.
Porque ahora, lo que nos debe importar a todos, ante todo, es el perdido y
deteriorado bienestar social y el interés general de los españoles.
La pluralidad política, expresada en las urnas, aporta sin
duda sensibilidades, visiones y perspectivas diferentes; y conlleva una forma
de ejercer la política basada en el diálogo, la concertación y el compromiso,
con la finalidad de tomar las mejores decisiones que resuelvan los problemas de
los ciudadanos.
No debemos olvidar que la ruptura o burla de la Ley, la
imposición de modelos económicos generados por el llamado “mercado” o el
capitalismo usurero, retrocediendo en los derechos, libertades y garantías sociales
y laborales han supuesto un empobrecimiento de nuestro país y de nuestra calidad democrática. Ese es un
error de nuestro inmediato pasado que no debemos volver a cometer.
Nuestro camino es ya, de manera irrenunciable, el del
entendimiento, la convivencia y la concordia en democracia, libertad y
pluralidad. Por ello, respetar el nuevo orden constitucional que surja de la
voluntad de todos es defender la convivencia democrática, libres de lastres
históricos y de una imprescindible limpieza de nuestras instituciones,
empezando por la Corona. Defender los derechos y libertades de todos los
ciudadanos y también defender nuestra diversidad
cultural y territorial y acabar con el gobierno corrupto de las oligarquías.
Por eso, esta noche quiero reiterar un mensaje nuevo. Un
chorro de agua limpia sobre nuestro desordenado y corrupto político.
Y me gustaría también transmitir un mensaje de esperanza en
que la reflexión serena, el contraste sincero y leal de las opiniones, y el
respeto tanto a la realidad de nuestra historia, como a la íntima comunidad de
afectos e intereses entre todos los españoles.
Creo que todas las instituciones tenemos un deber con los
ciudadanos, las familias y especialmente los más jóvenes, para que puedan
recuperar lo que nunca se debe perder: la tranquilidad y la estabilidad con las
que afrontar el futuro y la ilusión por un proyecto de vida hacia el mañana.
Todos deseamos un crecimiento económico sostenido. Un crecimiento que permita,
de verdad, crear empleo, y empleo digno,
y no precario y pagado con salarios de explotación. Que se fortalezcan los
servicios públicos esenciales, como la sanidad y la educación, y que reduzca
drásticamente educir las desigualdades, que se han visto acentuadas por la
crisis económica y el afán de lucro y latrocinio de lo que, ominosamente, se ha
llamado “la casta política”.
Finalmente, no quiero despedirme esta noche sin deciros, con
total convicción, que a los españoles de hoy nos corresponde escribir una nueva
historia de nuestro tiempo y que vamos a hacerlo, sencillamente porque no hay otra
alternativa. ¡O regeneración o caos!
Contando con todos: hombres y mujeres, jóvenes y mayores,
nacidos aquí o venidos de fuera; empujando todos a la vez, sin que nadie se
quede en el camino.
Con esa emoción, con esa confianza en nuestro futuro -en ese
futuro de España en el que creo- os deseo a todos una muy Feliz Navidad,
Eguberri on, Bon Nadal, Boas Festas y un próspero año 2017.
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