En días como hoy no aguanto a este país. La televisión, la
radio, los demócratas, los mediopensionistas, socialistas de medio pelo,
conservadores, reaccionarios, fascistas renovados y hasta rojos de toda la vida
andan revueltos y coincidentes. Algo o alguien les han insuflado un fervor patrio,
modelo gol de Iniesta, insuperable.
¡España no se parte! Dicen. Y desde el camarero hasta el
vendedor de periódicos se ven en el papel de los Reyes Católicos y muestran una
enorme preocupación por la “unidad” de la patria.
Lástima que esos conceptos de los que los ha alimentado esa
caterva-caverna dependiente de los banqueros que tenemos en este país, no los
hayan tenido cuando el “nacionalismo” castellano, de Madrid y sus centros oficiales,
ha hecho o desecho una patria y un país a su completa medida: centralista, ombliguista,
nacional-catolicista, rancio, despreciador de la periferia, folclorista, tópico
y manipulado y manipulable.
Yo soy andaluz y vivo en Andalucía, no vivo en Catalunya,
pero si fuera catalán o viviera allí estaría hasta los cojones de España, los
españolistas, los reyes, los Jefes de Estado, los ministros y sus monaguillos.
Es que no paran. Han hecho y han gobernado en beneficio de
una minoría: banqueros, empresarios de élite y casta política y funcionarial, y nadie les ha dicho que estaban troceando
España y la unidad nacional y ahora, cuando llevan tres siglos colmando a los
catalanes y estos, en legítima y cabreada defensa, inician un proceso separatista
más que merecido, se les vuelve apelar
al artículo 155 de la Constitución, a la “legalidad”, a los tanques, a los
comandantes en jefe o a los tricornios de la Guardia Civil.
El hábito de la envidia y el recurso al autoritarismo están
en los genes de esa entelequia a la que llaman, “nación española” y el asco que
produce hoy conectarse a una televisión (en este caso todas son “televisiones
oficiales) o tomarse un café en un bar lleno de banderas con unos colores tan
cercanos al franquismo asesino, mientras una herencia biológica de especímenes despotrican
de Catalunya y los catalanes, reclaman tanques y cumplimiento de la legalidad, a
sangre y fuego, a un tiempo.
Le reclaman la “legalidad” a un presidente que días pasados
se ufanaba en un medio público de que durante cuatro años y cinco presupuestos le
ha destinado cero euros al cumplimiento de una Ley, la de la Memoria Historia,
aprobada democráticamente, en un enaltecimiento culposo y culpable del delito
de prevaricación.
De seguir en la dinámica que se atisba hoy en cualquier
exponente informativo, puede que en este país haya, de nuevo, fusilamientos de
separatistas, pero también de nuevo, los cadáveres, las cunetas y los patriotas
de opereta estaremos muy “unidos”.
Todo sea por la “Unidad Patria”. O por el vinagre de tinaja.
Lucas, amigo mío, un artículo excelentemente escrito; un análisis impecable de la realidad española; una crítica valiente. Enhorabuena. Un abrazo.
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