No es que sea la “ex mujer de…” es que es una persona humana
y una luchadora, tangible, de primer nivel.
Sacrificada, callada, imaginativa, femenina y feminista, ha
sufrido una de las mayores desgracias que puede tener un ser vivo: perder a un
hijo en una maldita guerra.
Cincuenta años maestra, directora de centro escolar público,
de barrio, -la he “sufrido” reclamándome el pago de la factura de la
calefacción de “su” colegio-, cordobesa de Bujalance, conoce la realidad de la
infancia y de las APAS como si los hubiera parido a todos.
Inspectora de una calidad educativa que nos duele a todos.
Madre de tres hijos, convertidos a su vez, en testimonio de lucha individual y
colectiva.
Ciudadana y cargo público ejemplar, no admite influencias ni
dominios, fieramente humana, desdeña los envoltorios y la etiquetas.
Jubilada (a los setenta) a su pesar, sueña con su escuela y
sus niños que “solo” comen en el comedor escolar.
Lectora empedernida, paseante incesante de las calles
recoletas, serenas, humildes y regadas de su ciudad, nunca ha dado –ni dará-
una voz más alta que otra.
Cree en una sociedad mejor, cree en el empoderamiento de las
clases populares, cree en la izquierda, cree en el poder del pueblo, cree en la
vida.
Cuando otros habrían tirado la toalla y la cuchara, ella, a
pesar de algún infinito dolor, está en la brecha. No es de las que luchan un
día. Ni un mes. Ni un año. Luchan toda la vida. De las imprescindibles.
¿Habrá alguien mejor a quién votar?
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