Tengo 68 años. Mis
padres eran republicanos vencidos y en mi infancia comí cáscaras de patata,
cardos guisados y vinagreras. Con pantalón corto me afilie a las Juventudes de
un partido obrero.
Repartí octavillas, hice pintadas, me llené las manos y los
brazos de tinta de la vietnamina, asistí a miles de reuniones. Todo ello en la
clandestinidad y jugándome treinta años de estancia en el “Hotel Sol”. Me hice sindicalista. Recorrí los polígonos
industriales con un megáfono al hombro convocando asambleas y huelgas. Negocié
convenios colectivos. Salimos a la legalidad. Fui concejal de mi ciudad. Me
tuve que enfrentar –antes que nadie- a los “herminios y rosas” de mi propio
partido.
Me estigmatizaron, me bloquearon, personal y profesionalmente. Aunque
tenía trabajo, hice oposiciones a una empresa municipal. Las gané. Revisaron mi
expediente con lupa y, ¡qué casualidad!, un médico contratado encontró que
tenía un problema en la región lumbosacra de mi columna vertebral que podría,
sólo podría, ser invalidante para el trabajo que iba a hacer. Que no lo fue en
la empresa en la que ya trabajaba por treinta años más. Luego el tiempo habló
por cada uno.
Escribo todo esto porque quiero informaros que me corto la
coleta. Estoy casi calvo, pero me la corto.
He vivido decenas de noches electorales amargas. Casi todas.
Sólo las de las elecciones municipales de 1979 y 1983 las pude vivir con
alegría. La de anoche fue el remate.
Ser víctima, una vez más, del miedo irracional, de la
descalificación sistémica, del insulto en mítines y medios informativos condujo
a lo que condujo, a que estemos “parlamentariamente” igual pero con… un millón
de votos menos.
Si hubiéramos tenido sólo ese millón de votos en nuestro
recuento, tendríamos veinte diputados más y el sorpasso sería un hecho.
En los últimos tiempos hemos sido víctimas de dos espejismos.
Viví con entusiasmo y esperanza el 15-M, pero no ha tenido el arraigo y la
fuerza necesaria para enfrentarse al establishment . Quizás en la maduración, ejerciendo
como sabemos y podemos la oposición venga el éxito. He creído, en exceso, en el
poder social y transformador de las redes sociales. Son mayoritariamente usadas
y visitadas por personas progresistas y de izquierda y nos impiden ver la realidad.
La realidad son esos ancianos, esas personas enfermas,
conducidas con un sobre cerrado ante las urnas electorales. Esos votantes temerosos de perder la miseria
del PER o la no menos miserable pensión si los “rojos”, con coleta o sin ella,
llegan al poder, según les dicen en media docena de periódicos o veinte televisiones
basura.
Anoche pensaba en clausurar mis cuentas en Facebook,
Twitter, Link, Instagran… después de una
noche en blanco no lo voy a hacer. Voy a
reducir drásticamente mi participación, pero no lo voy a hacer. Sólo por un
morbo de tipo sadomasoquista.
Quiero ver como “forman gobierno”. Cómo algunos se inclinan
ante la derecha alegando “razones de Estado”, absteniéndose o formando “grandes
coaliciones”. Como afrontan el 105 % de deuda frente al PIB, como recortan los
8.000 millones que les va a exigir Bruselas, más los 2.000 de multa. Ver qué
pasa nuevamente con la sanidad, la enseñanza, los dependientes, las
prestaciones a los parados, las pensiones, qué hacen cuando paguen la extra de
Navidad acudiendo al Fondo de Reserva de la Seguridad Social y comprueben que
sólo les queda para otra paga extraordinaria. Quiero ver como nombran de nuevo a un nazi
conspirador y autor de falsos expedientes como Ministro de Interior. Y a todos
los demás.
Desde el morbo, no dejan de ser todo un espectáculo.
Vivo de una corta pensión y en un piso de alquiler, pero
apenas consumo. No tengo vicios, no fumo, no bebo y empleo mis ocios, sin
mayores necesidades, leyendo o jugando al ajedrez delante de un ordenador .
Sólo me preocupan mis hijos.
Pero quiero ver a ese votante del PP de la mano del concejal
“acarreaor” o de la monjita devota de derechas cuando le recorten la pensión. O
a ese obrero de derechas que vota “la seguridad que da el PP, o el PSOE, que
viene a ser igual” cuando le impongan los diez o quince euros del “acto médico”.
O le aumente los copagos. Eso sí que debiera darles miedo. Por una razón,
porque es posible. Lo de que vienen los “extremistas” no deja de ser una
patraña.
Me impongo un tiempo de silencio durante unos meses. No
absoluto, pero por un profundo desgarro casi no voy a participar. Voy a dedicar
mis páginas a la literatura, el cine y a observar, a ver como este sistema
criminal se disuelve en su propia ilógica.
¡Un abrazo a todos!
Muchos nos sentimos como tu Lucas, pero no debemos darnos por vencidos. Ahora más que nunca hay que seguir luchando, tanto por los que quedaron atrás -como tus padres y mi abuelo republicano- como por los que vienen detrás.
ResponderEliminarMi abuelo, que luchó en las elecciones del 16 de febrero de 1936 por la victoria del Frente Popular, no me perdonaría que bajara los brazos. Tus padres, seguro que tampoco.
"Hemos caído tan bajo que la reformulación de lo obvio es la primera obligación de un hombre inteligente".
Adelante Lucas y Salud!
Pienso, que tos los de nuestra generacion que luchamos ca uno en la medida que lo hizo, tendra el mismo desconsuelo yo al menos lo tengo pero hace ya tiempo. Un abrazo amigo Lucas
ResponderEliminar