Por los cuatros costados. Especialmente por uno, por la
Cornisa Cantábrica. Desde hace diez días, Asturias, Galicia, Cantabria y el País
Vasco, con más de trescientos focos de incendios, en su mayoría provocados.
Mientras, el llamado “gobierno
en funciones” permanece inerte e inerme, preocupado porque alguien, ajeno al
espacio y al tiempo en que vivimos, pueda apoyar su investidura y utilizando la
manida dialéctica de “los que quieren romper España”.
España no se rompe, arde como una tea a beneficio de espurios
intereses especulativos, urbanísticos, de tierra y madera quemadas y al amparo
de una Ley de Montes hecha, dictada y ejecutada al servicio de los pirómanos.
El discurso recurrente y maniqueo sobre la ilusoria “unidad
nacional” se da de bruces con los 16.000 millones de impuestos impagados por
una clase social que se hace cruces sobre su “patrioterismo de pulserita
bicolor”, con unos gobernantes que imponen a nueve millones de asalariados un
salario mínimo de miseria con una más que miserable subida de un uno por ciento
anual y con los que queman, criminal e interesadamente, una tercera parte de su
país, a la que sólo en ocasiones y en según qué foros llaman “su” patria.
La Justicia, nombrada a dedo y con el carnet en la boca, por
los que gobiernan y ejecutan leyes, se entretiene, en el Supremo, reabriendo el
caso de un concejal que hacia chistes de humor negro - de pésimo gusto- sobre víctimas del terrorismo, y mientras el
humo ciega sus ojos y los nuestros, permanece tan pasiva e inerme como los que
los han nombrado, mientras las teas incendiadas a beneficio de inventario de
futuras cuentas corrientes, nos dejan sin árboles y sin oxígeno.
No es que el presidente de este país puede ser un “indecente”,
es que los “indecentes” habitan en nuestros consejos de ministros, audiencias,
ministerios, fiscalías, comisarías y
magistraturas. Este país es una pura indecencia.
Arde, y aun quemándose, están pensando en vender la madera quemada
o en urbanizar el infierno.
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