Aquella batalla, aquel debate, lo perdimos todos. Los debatientes, como tal, tanto por el descrédito al que accedieron como por su ineficiencia misma, acabaron disolviéndose en su propio barro, en su propia indecencia. Dejaron de tener sentido sus palabras de una descompuesta política, bipartidista, que provenía del lodazal corrupto de la corrupta transición.
No había ideología en sus palabras, solo mentiras, y no se podía votar ni a sus partidos ni a sus personas. Profesionales del engaño, rodeados de cajas B, financiaciones ilegales y ERES, habían trasladado a las pantallas el cuadro de Goya. Enterrados en la arena hasta las rodillas de sus corrupciones, se golpeaban mutuamente: ¡Indecente! ¡Ruin!
Habían visto pasar por delante de sus narices 38 años de inequidad y la realidad se le había sublevado. Se habían ido acomodando a esa fácil estrategia de hacerse con el poder, apoyados en los medios informativos, en los créditos impagados a sus bancos amigos y en los trucados sondeos de opinión, que sus cifras de incumplimiento se le habían rebelado y no respondían al dolor o al engaño de la gente. Y los líderes, sin carisma, sólo con los tics de sus ojos mentirosos o de sus mutuas acusaciones de falsedad eran figuras decrépitas, espectros de un pasado, tan fantasmal como ellos mismos.
Ya no existen. Lo que aparece con sus nombres, con sus siglas, con sus insultos, son ectoplasmas de un fraude colectivo a un país y a un tiempo. Esta época, estas formaciones eran lo que siempre habían sido: una degradación, una degeneración de la política y la idea. Era el final de una representación teatral, en la que sus personajes de ópera bufa, aparecían que querían destruir al adversario, cuando en realidad eran coaligados en el mismo fraude. Era un win to win, donde sólo ganaban ellos. Y sus puertas giratorias. Y sus falsas crisis. Sus recortes. Sus planes de empleo que generaban millones de desempleados. Y sus falsas financiaciones ocultas en sus destruidos discos duros.
Esta comunidad bipolar resultaba ya bastante incomprensible. No se entendía cómo se podía seguir votando a gente que actuaba tan abusiva y fraudulentamente. Con tanto descaro. Y que en realidad sólo eran ya actores de papeles funerarios. Sus realidades estaban muertas y el debate del lunes sólo fue su funeral.
RIP.
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