El supuesto y convenido análisis que se hace del resultado de
las elecciones en Catalunya, con una falta de rigor, honestidad intelectual e
ilusionismo político me lleva a pensar que aquella raza de tramposos, virreyes del
reino del tenderete y esconder la bola, ha vuelto por sus fueros.
La primera bola que esconden es la de los ciudadanos
catalanes que están a favor de la independencia. Con sospechosa unanimidad, los
tramposos de izquierdas y de derechas, los vendedores ambulantes de ideas prêt-à-porter,
han convenido que “sólo” el 36,8 % de los votantes de esta nación están a favor
de la independencia.
¿Qué cómo lo hacen?
Pues el viejo truco del almendruco: se apropian del censo de
abstencionistas (22,56 %) y por arte de birlibirloque se lo auto adjudican a
los contrarios al soberanismo. Los
pobres abstencionistas bastante han hecho con quedarse en sus casas y engrosar
esa masa informe a la que Rajoy, un torpe trilero gallego, llama “inmensa mayoría
silenciosa y silenciada”.
Que ni era inmensa, ni mayoría, ni silenciada, salvo ahora
que los han puesto –sin pedirles autorización- a hacerle bulto a los “reyes del mambo
españolista”.
La segunda bola que esconde es subsumir en su siniestra mayoría
de la mixtificación y la mentira a los votantes de “Catalunya Sí que es Pot” (8,94%), que su única voluntad conocida es la de estar
a favor del “derecho a decidir”, que, conceptualmente están más cerca de los
soberanistas que de los teatreros cantantes del “soy español, español, español”.
La tercera bola que esconden es engañar a quienes quieran
oírles sobre el vencedor de las elecciones. Cierto que “Junts pel si” (62
escaños) tiene peores resultados que los que sumaban anteriormente sus dos
principales partidos (71), de eso a decir que los ganadores de los comicios son
“Ciutdadans”, que ciertamente también casi ha triplicado sus resultados (25
sobre 9) pero hasta que Pitágoras siga formando parte de nuestra cultura
matemática, 62 son más (bastantes) que 25.
El tic fascista de apropiarse del voto de la abstención tiene
raíces históricas, ya lo hizo un tal Adolf en las elecciones presidenciales de
1932 en Alemania, valiéndole para usurpar el cargo del fallecido Hindenburg y por
esta “cuenta de la vieja” tendríamos que decir que la actual mayoría absoluta
del Partido Popular (186 diputados) es sólo del 31,98 de los españoles (el
44,62 % del 71,69 % de votantes) y bien que nos están jodiendo a esa “inmensa mayoría
silenciada (con leyes mordaza inclusive)” que somos el 69,02 % que no los
votamos.
Llama poderosamente la atención en esta ceremonia del trile,
el tono y la actitud del PP y de su líder de la idiocia estatal, Mariano Rajoy,
que habiendo perdido casi la mitad de su electorado y 9 diputados, van
celebrando no se sabe qué, atribuyéndose una “gloria” que ni siquiera puede
estar en su imaginación.
Y también me causa especial extrañeza ver participar de esta
manipulación a supuestos “progresistas”, también prêt-à-porter, que aprietan las filas del nacionalismo
español, es más nefasto de todos los nacionalismos peninsulares, y se vuelven más visiblemente petulantes,
citan con falsa erudición a Marx, a Spinoza o a un rebuscado Charles Franklin
Kettering, pongo por ejemplo, para decirnos lo que todos ya sabemos, que a
pesar de su aparente progresismo ellos están más cerca de la banderita
española, el neoliberalismo de sobresalto y los “estadistas” españoles de la
puerta giratoria y el Consejo de Administración untándoles el riñón, que de los
ciudadanos que llevan 300 años maltratados en su identidad, su idioma y su
economía.
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