Si una clase social de este país
no hubiera aprovechado la coartada de unas elecciones generales para
enriquecerse sin límites, despojar de derechos, garantías y salarios a todo bicho
viviente, refocilarse en el engaño y las promesas electorales incumplidas y
formar esta charca maloliente de corruptos, banqueros, tesoreros y obispos subidos en su cabra ultramontana,
quizás nadie se explicaría el pánico que les ha entrado ahora.
La historia de estos últimos años
ha sido una creencia, confirmada por los hechos y los fiscales generales, de
que además de robar, esquilmar y engañar al prójimo, no pasaba nada. Impunidad
total. Que por una aplicación peculiar
del principio de Arquímedes, todo corrupto o ladrón de derechos era impelido
hacía arriba con una proporción directa al producto de su robo o prevaricación.
Era, evidentemente, un equilibrio
muy inestable, y ha bastado que cuatro licenciados en Ciencias Políticas con
coleta se reúnan en una plaza en asamblea cuasi libertaria, se presenten, en
zapatillas a unas elecciones, para que el pánico cunda.
Han tocado a rebato. Han sacado su corto argumentario:
bolivarianos, amigos de Cuba o Venezuela, y si no surte efecto, vinculación con
ETA. En el Carnaval participan todos: portavoces habituales untados a
sobresueldos y direcciones de medios, subvencionados de los fondos reservados
de Gurtel, marquesas desnortadas en la Gran Vía, la mugrienta televisión de los
obispos y el control mediático de los banqueros, dueños del ochenta por ciento
de todo lo que se dice, publica o escribe en este felpudo país de vendidos y
macarras de la idea.
Es curioso que utilicen el
argumento de ETA y su terrorismo, herederos mentales de renovación diaria del y
en el franquismo, que ya acabada la guerra produjo, el terror estatal de la eliminación física de
trescientos mil ciudadanos, o
empresarios que ocupan el mismo puesto de otros que están o procesados o
encarcelados, por participar, con torpeza, en el gran banquete pantagruélico que
han sido las finanzas o las subvenciones de este aborto de país en los últimos
veinte años.
¡Se les nota el miedo! Su mundana
herejía contra los valores democráticos teme que el péndulo oscile y abdican
soberanos, se inventan leyes veraniegas de listas más votadas y anda en
emergencia verbal en tertulias y despachos.
Bajo mi pescuezo macerado, medito
sobre sus miedos, sus iras y sus poltronas en peligro. Sobre su disentería o
cagalera generalizada y me imagino, sólo me imagino, la cara de Cospedal, de
Aguirre, de Marhuenda, de Alfonso Rojo o de Inda viendo a Pablo Iglesias,
saludando al pueblo, desde el Puente de Vallecas, en la victoriosa noche
electoral.
¡Corran, corran, que se acaba el
bismuto!
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