Veo un video de un debate en el Parlamento Portugués. Interviene el primer
ministro Passos Coelho. Un grupo de personas, desde la tribuna, comienzan a
cantar el “Grándola Vila Morena” como forma de protesta. Passos no descompone
ni el gesto ni la mirada. La presidenta del Parlamento anuncia una interrupción
de dos minutos.
Las notas de “Grándola” enervan. Transmiten la realidad de otro
momento, el bastión popular como
medicina y amparo de la libertad. A medida que van desgranando estrofas la
emoción sube. Ordenan el desalojo de los que cantan.
No se ve un mal gesto. La policía, los vigilantes, acompañan con muy buenas
maneras a los desalojados. Ni el más mínimo golpe, ni empujón.
Passos retoma la palabra. No lamenta la interrupción. Sin ninguna acritud
comenta: “Si me tienen que interrumpir, siempre viene bien el buen gusto”.
A uno se le viene a la retina al presidente del Parlamento Español, Jesús
Posada. ¡Expúlsenlos! ¡Expúlsenlos, coño! Los manifestantes eran miembros de la
PAH, invitados en la tribuna.
Esta es la diferencia. Un presidente
iracundo, maleducado, pila bautismal de la violencia, que es secundado por una policía
desalmada, agresiva, rayana en el fascismo gestual.
No hay necesidad de ver más. La derecha española es la más incívica,
montaraz y corrupta derecha del mundo. Es una odiosa molécula de privilegiados,
meapilas, aprovechados, violentos y ladrones.
Su sentido de la democracia califica a genocidas como “autoritarios”,
aborda un monumental caso de corrupción con un “es mentira todo, salvo alguna
cosa” y mienten hasta cuando sudan.
Uno siente el “ser español” como una desgracia. La condensación de dos mil
años de pillaje, la convergencia del latrocinio y la mala educación. Ningún
orgullo por esta raza de “la espada y el saco”.
Un aire, en fin, donde hasta la
historia, repugna.
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