El PP gobernaba el país rodeado de patriotas y banqueros a
las siete hierbas. Sevilla era una
ciudad maravillosa que “les pertenecía”. A ellos, señoritos casposos,
capillitas, rocieros y fachas con cara de “capataz paso palio”.
No era imbéciles en absoluto, pero casi. Eran caballeros jaraneros, diestros en
manejar el caballo y maestros en refrescar manzanilla. Licenciados en “sevillitas”
de palco de la calle Sierpes o Plaza Nueva y de la caseta privada –jamón y
gambas de abril- para señoritos con y sin caballo.
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Déjalo ya,
Mariano. En el fondo, Juan Ignacio es sólo un poeta. Un giraldillo con papada.
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Sí, pero tiene la mala leche de los gatos romanos.
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Es que es
un moralista de provincias de martes a viernes. El resto de la semana vive a la
sombra de la Torre del Oro.
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Su amigo, que vivía en un piso de lujo propiedad de la
Guardia Civil, vigilaba por el tráfico. Aunque las noches de nieve e invierno
dormía calentito en su casa. En su despacho.
Era la imagen sevillita troglodita al que le había robado el caballo y
el sombrero de ala ancha. Lloraba lágrimas de manzanilla cuando viajaba a
Madrid, en el AVE –zona de bussines- desde la “Sevillilla de su arma”
Los compadres volaban, a media altura, sobre los langostinos en el vértice sabatino
de la euforia del fino, del barrio de Santacruz al de Triana, con olor a azahar
y chorizo en la solapa.
Que no le hablaran de atrapados en las autopista de las
nieves privadas, eran la pena negra del flamenco en el tablao de la libertad per cápita del fascismo
pepero. Eran los vendedores de la Biblia popular del sobre y el enchufe. Sotobarba del despotismo elitista de clase
acomodada.
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José
Ignacio, somos los más grandes de la seguridad nacional y otras cigalas.
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¿De verás,
tío?
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El no va
más de las Direcciones Generales, incluidos tráficos y nevadas.
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Pues al
José Antonio lo tengo reprobado.
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Es que no
es de Serva la Bari.
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Sí, pero
contrató al Piolín.
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La noche del 5 de enero de 2.018 Juan Ignacio vivió una
noche negra. Su FC perdió ante la
canalla verdiblanca en el propio Sánchez Pijuán de fascista nombre y su amigo
Goyo, designado por la gloria de la Macarena, se calentaba en el despacho de su
casa, mientras 3.500 vehículos se llenaba de hambre y nieve en los túneles de
Navacerrada.
Una farándula pepera de cargos y servicios a la propiedad
privada con un poco de aceitunas y rebujito. La plasta con urticaria del
franquismo sevillano, vestido de
chauvinismo cateto.
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¿Sabe
usted, mi infancia también son recuerdos de un patio de Sevilla
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Ahora
hablemos de enchufes.
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Sevilla y
España nos pertenecen.
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