Se levanta uno por las mañanas,
ritualiza el café con la lectura de la prensa diaria y una vaga sensación de
asco, de estar manchado de algo nos invade.
Ciudadano del mundo, no dejo de
asombrarme cuando oigo a un candidato a la presidencia del país más poderoso de
la tierra decir “cuando eres una estrella y te sientes atraído por las mujeres
bellas, puedes hacer lo que quieras, besarlas o cogerlas por el coño y tirártelas
como una perra”. ¡Lo que quieras!”
Lector desde muy joven de J.P.
Sartre, quedé impactado por “La Náusea”, pero estos hechos de cada día, en
cualquier nivel y en cualquier esfera nos superan. La policía norteamericana, que cada día se cubre
de gloria, ha matado a tiros a bocajarro a un negro al que creía armado, al que
una vez muerto descubrieron que lo que creían era un arma, era…un libro.
Se ha conocido que la cuadrilla
del “Prenda”, con un militar y Guardia Civil entre sus miembros, que violó en
grupo y reiteradamente a una joven en Pamplona, había ejecutado con
anterioridad esta misma “hazaña” en un
pueblo de la Sierra de Córdoba, haciendo ingerir a otra joven una dosis de
caballo de burundanga.
No son hechos aislados. Son el
reflejo cabal de este mundo, de esta sociedad consumista, individualista y sin
valores, que nos ha traído el capitalismo y la sublimación del poder, vía corrupción general, como bien único y supremo.
En este cabe todo, cabe que los
jabalíes de “El País”, utilizando a un potranco que fuma puros en el Caribe y a
una garañona de ambición infinita, han representado ante los ojos de todos la
tragedia de Julio César, dejando a la democracia, -¡la pobre!- más herida de
muerte de lo que ya estaba.
La política, que debía cubrir
nobles anhelos, de la “polis” y de los ciudadanos, es en estos momentos un
chapapote apestado. Todo lo que toca queda manchado. Por ejemplo, la policía hace
una investigación rutinaria en una falsificación de una multa de tráfico y se
encuentra un “powerpoint” por el que el partido que nos gobierna en funciones
da un auténtico curso y guía a sus militantes que ocupan algún cargo de cómo
financiarse ilegalmente.
¡Y no pasa nada! En cualquier país
no absolutamente podrido cómo el nuestro, este hecho hubiera llevado a la
cárcel hasta el portero de ese partido. Aquí no. Aquí lo han votado siete
millones de conciudadanos que, además, sabían antes de depositar su voto que
han robado hasta las servilletas.
A Hamlet le pareció que algo olía
a podrido en Dinamarca, cuando el asesino de su padre empezó a reinar. Aquí se
habría muerto ya, intoxicado por las emanaciones.
¡Es la política, estúpido! Contestará
alguien desde La Moncloa, Las Cinco Llagas, Ferráz o Génova.
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