Érase
un país donde el llamado “presidente” es un disléxico mental que confunde a los
vecinos, los alcaldes, los vasos, los
platos y el suyo beneficio.
Érase
un país donde robar y defraudar impuestos eran los deportes nacionales.
Érase
un país donde las moscas comían mierda todos los días con sólo asomarse a los
llamados “telediarios”.
Érase
un país donde a dos individuos de la estofa de Rafael Hernando y Pablo Casado
se les llama “portavoces”.
Érase
un país donde los corruptos y los casos de corrupción colapsaban los juzgados,
y los jueces, corruptos muchos de ellos, impartían justicia “a la carta”.
Érase
un país donde los pobres eran cada día más pobres y los ricos cada día más
ricos.
Érase
un país con la tercera parte de su población activa en paro o en el “exilio
aventurero” y en el que la mitad de los parados no cobraban prestación alguna.
Érase
un país donde se encarcelaba a twiteros
que hacían chistes y políticos de la oposición que preparaban
elecciones.
Érase
un país que intervenía las cuentas de una autonomía para preservar el
equilibrio financiero y se gastaba más del triple de lo que querían evitar que
se gastase en alquilar cruceros como hoteles para tricornios.
Érase
un país donde se encarcelaba a unos titiriteros y se le reían las “gracias” a
una televisión desde la que se pedía bombardear una ciudad de 4 millones de
habitantes. Los jueces y fiscales “no se
enteraban” (en este caso).
Érase
un país donde su presidente decía que no “había nadie por encima de la Ley” y
en su partido había 900 cargos procesados por corrupción.
Érase
un país donde el partido que gobernaba estaba imputado por financiarse
ilegalmente, en cajas B y romper los discos duros donde se acreditaba.
Érase
un país donde las urnas eran delito y donde organizar, desde las cloacas, una policía
para inventar delitos a la oposición, se felicitaba por las altas magistraturas.
Érase
un país donde había que decirle al trotón que gobernaba: “Saque sus sucias
manos de nuestra autoridad”.
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