En diciembre de 2010 escribí un artículo titulado casi de igual manera que el actual.
Alguien muy cercano me ha animado a que dado que tuvo un cierto eco, lo “actualice”.
Allá que voy.
No creo en esta Democracia, ni en este Régimen, ni en este
Estado, ni en su Presidente, ni en ninguno de sus ministros, asesores y
leguleyos. No creo en el Rey, ni en la
realeza ni en la monarquía ni en ninguno de los reyes que en el mundo han sido.
No creo en la Unión Europea ni en sus inútiles y costosos Parlamento de Bruselas y Estrasburgo. No creo
en los “organismos” Europeos, ni en su Banco
Central, ni en Fondo Monetario Internacional, ni en la madre que los parió.
No creo en la Banca ni en los Banqueros, ni en las Cajas, ni
en los curas que las han gobernado y arruinado. Ni en la “burbuja inmobiliaria”,
ni en el puto liberalismo de las narices.
No creo en los USA ni en su democracia, alimentada de
guerras contra los débiles y la
explotación sistemática de las riquezas ajenas. No creo ni en sus presidentes,
ni en su diplomacia, ni en su permanente ejercicio de la mentira, el espionaje
ajeno y en la tortura, demostrada miles de veces, de personas y países.
No creo en los llamados “valores” de Europa y Occidente,
basados en la hipocresía, la avaricia y la insolidaridad, el
sobredimensionamiento de unos hechos y el ocultamiento sistemático de otros.
No creo en la Iglesia Católica ni en el Papa ni en el
Vaticano. Ni en los cardenales, obispos, curas y monaguillos. Ni en su falso
mensaje de humildad e igualdad entre los humanos cuando se fundamentan y viven en
la ostentación y el enorme apego al poder, la riqueza y las prácticas
pederastas.
No creo en la Justicia ni en los jueces de mi país de
nacimiento, ni en los fiscales, ni en los tribunales ni magistraturas, ancladas,
emocional, política y jurídicamente, en
el régimen franquista y predispuestas a condenar a los débiles y proteger,
hasta el éxtasis, a los poderosos.
No creo en la llamada “Transición” ni en las leyes y
prácticas a que ha dado origen, ni en la capacidad de democratización de las oligarquías
que han gobernado y gobiernan este país, que producen una Casta y unos partidos
tan corruptos como su financiación y como el control que hacen de los medios de
comunicación
Estos son mis valores, y a diferencia de lo que dijo Groucho
Marx, para el que no le gusten, no tengo otros.
Me quedo con las letras populares del flamenco,
concretamente con una de ellas y lo que representa “ya va llegando la horita de que
las agüitas vuelvan a su cauce. Las esquinas con sus nombres, ni reyes, ni
santos, ni frailes ni roques”.
Pues eso.
¡Y mierda, no encuentro el nolotil!
¡Y no amanece!
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