viernes, 11 de noviembre de 2016

Cualquier sistema será derribado







Llevo un tiempo sin escribir, pero no me da la gana hablar de las elecciones norteamericanas o del caníbal de su presidente electo. No soy ciudadano del “imperio” y ni siquiera me siento “europeo” en el sentido trapajoso que tiene su aberrante actualidad.
En mi juventud me hice lector de Albert Camús y compartí su aproximación al absurdo, a ese simulacro del “fin de la historia” o ese espectro decadente al que durante demasiado tiempo se le ha llamado “democracia”.
Pero el tiempo presente es un horror. Se muere gente como José Luis Sampedro, Saramago o Leonard Cohen y quedan vivos gente como Cospedal o el trompetero de Chicago.
La geografía de mi alma – ¡la pobre!-  la dibujó Cohen con esta canción-poema:

 “Cualquier sistema que montéis sin nosotros
será derribado
Ya os avisamos antes
y nada de lo que construisteis ha perdurado
Oídlo mientras os inclináis sobre vuestros planos
Oídlo mientras os arremangáis
Oídlo una vez más
Cualquier sistema que montéis sin nosotros
será derribado
Tenéis vuestras drogas
Tenéis vuestras Pirámides, vuestros Pentágonos
Con toda vuestra hierba y vuestras balas
ya no podéis cazarnos
Lo único que revelaremos de nosotros
es este aviso
Nada de lo que construisteis ha perdurado
Cualquier sistema que montéis sin nosotros
será derribado”.

Sobra con proveerse de libros, música y poetas y apagar televisores, pegarle fuego a tertulias y tertulianos y mandar al carajo a este puto sistema que, además, está en total crisis y que como dijo Leonard, “será derribado”.
Woody Allen dijo que no iba a recoger un Oscar porque ese día tenía concierto con su banda de jazz.  Yo no comento nada del pato Donald porque, en la proximidad de la Navidad, me he dado un atracón de roscos de vino de Málaga y me ha subido la glucemia.
No entiendo al pueblo norteamericano, no quiero entender a los fascistas corruptos que gobiernan en media Europa y me producen vómitos los ocho millones de españoles que votan a los ladrones.
Solos, en medio de este bosque de adoradores del dios poder, que encumbra a millonarios y a presidentes tapaderas del latrocinio, tal vez la primera cosa que tengamos que aprender es a mandarlos a tomar por culo ¿O no?

miércoles, 26 de octubre de 2016

Crónica de un país pasmado







Érase un país donde la corrupción salía por la ventana.  Resultaba obvio que la primera tarea que tenía que afrontar quien quisiera gobernarlo era desmantelar el entramado criminal que hacía posible este estado de cosas. Y las estafas y despilfarros multimillonarios de los que se pasaba factura a un pueblo exhausto, hambriento y sin trabajo.

Pero no. Los que anunciaron a bombo y platillo que eran la alternativa a la indecencia, eran igual de indecentes. Meterle mano a la gobernanza de aquel país supondría quitarle el pesebre a muchos de su partido, y no estaban dispuestos.  Y se aliaron con los del otro lado. Del pesebre.

La Monarquía de aquel país, pasmado de mangantes, estaba pasmada en dólar. Los partidos que lo habían gobernado, los ex presidentes y los ministros, los dirigentes hasta la escala local, unos iluminados que giraban sobre puertas que engrasaban  las mafias internacionales.

Una confesión religiosa  vivía en el privilegio absoluto. No pagaba impuestos de sus abusivas propiedades y, además, esquilmaban al Estado con una financiación abducida de corte medieval. Inmatricularon-robaron- hasta los retretes de su mucha mierda

La Justicia era una burla. Robar una gallina se pagaba en años de cárcel y robar o evadir miles de millones era una lisonja, que duraba una semana en el candelero crítico. Era el paraíso de la impunidad.

Todos los que tenían poder, robaban. O estafaban. O ambas cosas. Y no pasaba nada. Tenían unos medios de comunicación propios que blanqueaban, adulteraban y manipulaban la realidad. Impunidad elevada al infinito.

¿Y el pueblo? Empotrado, apoltronado, inmóvil. Pasmado también. Toda la infamia de esta realidad pasaba ante sus ojos y se convocaban elecciones tras años y años de atracos, de recortes, de descargar los palos en sus costillas, y volvían a votarlos. A los ladrones.

El moho de las neuronas, la desidia general de pensamiento, palabra y obra hicieron lo que tenían que hacer y el país, sin desodorante, olía a muerto.

Sobre aquella tumba sólo quedaron los rebuznos de los/las bestias. Y el ladrido de los perros. Le llamaban portavoces.

miércoles, 19 de octubre de 2016

Al Alba de la "Gestora"











“Si te dijera, amor mío,
 que temo a la madrugada,
 y a este gobierno que anuncian
 que nos hiere y amenaza
 y sangran a pensionistas
 liquidando sus ganancias

 Presiento que tras la noche
 vendrá la noche más larga,
 quiero que no me abandones,
 los recortes están ya al alba,
 al alba, al alba.

 La Gestora y susanistas
 se esconden en las cloacas,
 conspirando contra el pueblo
 parece que adivinaran
 que el día que se avecina
 viene con hambre atrasada.

 Miles de buitres callados
 y barones de la “casta”,
 darán gobierno a Rajoy
 porque lo impone la banca,
 maldito baile de fachas
 que lo votaran mañana.

Al alba al alba, al alba al alba…